Flexibilidad doctrinal

Un poco de heterodoxia, por favor

En vísperas de la ‘rentrée’ política, necesitamos menos dosis de ortodoxia: hay que saber escuchar las razones de los otros y aprender a cambiar de opinión

ENTIERRO DE MOSSEN JACINT VERDAGUER AL PASAR POR LA PLAZA DE CATALUNYA

ENTIERRO DE MOSSEN JACINT VERDAGUER AL PASAR POR LA PLAZA DE CATALUNYA

Rafael Jorba

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Este artículo quiere ser un canto a la heterodoxia frente a la ortodoxia. La historia de España, como explica el escritor y diplomático José María Ridao, ha penalizado la disidencia. En su libro ‘Contra la Historia’, rompe una lanza a favor de los heterodoxos, expulsados de nuestra historia canónica: judíos, árabes del Al-Andalus, erasmistas, ilustrados... “Así, por ejemplo, el pasado peninsular suele relatarse diciendo que los españoles expulsan a los judíos y moriscos cuando la coherencia del campo semántico exigiría que se dijera que son los cristianos, encaramados en el poder, los que provocan el exilio de los fieles de otros credos”, escribe.

Paradójicamente, es entre nuestros heterodoxos donde mejor se expresa la dimensión europea de España y en quienes se manifiesta una imagen más veraz de nuestra historia. Les invito a consultar la segunda edición del libro de referencia de Ridao (Galaxia Gutenberg, 2009) para corroborarlo. La pretensión de este artículo es más modesta: constatar que en Catalunya y en el conjunto de España se sigue penalizando aún la disidencia, al que piensa diferente. Solo podremos reconstruir un nuevo ‘nosotros’, es decir, nosotros con los otros, si somos capaces de respetar el rostro del otro sin caricaturizarlo.

Nuestra historia, personal y colectiva, está llena de contradicciones. No se trata tanto de superarlas como de aprender a convivir con ellas. La fortaleza de una persona no se mide por la fuerza con la que impone sus convicciones sino por la firmeza con la que se mantiene en sus dudas. Así ha sido en el pasado y así seguirá siendo en el futuro. Es el caso paradigmático de Catalunya, un país de frontera y de mestizaje, con una pluralidad de sentimientos que se traduce en aquello que el profesor José M. Fradera ha denominado culturas del ‘doble patriotismo’, catalán y español, presentes desde nuestro renacimiento cultural y político. Haré abstracción –el paréntesis veraniego obliga– de factores políticos, como la vocación hispánica del catalanismo, para centrarme en el terreno de la cultura popular.

Es el caso, por ejemplo, del ‘Virolai’ –himno a la Virgen de Montserrat–, donde Verdaguer escribe: “Dels catalans sempre sereu Princesa, / dels espanyols Estrella d'Orient”. En otro poema, insiste: “Vostre blau mantell és gran / (…) abrigau la nostra Pàtria / (…) abrigau tota l’Espanya”. El compositor Amadeu Vives es conocido en España por sus zarzuelas de referencia, como ‘Doña Francisquita’ y ‘Bohemios’, pero en Catalunya se le recuerda además por haber armonizado ‘L’emigrant’ –otra obra emblemática de Verdaguer–, la versión coral de ‘Els Segadors’ o ‘La Balanguera’, un texto del poeta Joan Alcover, que proclama: “Sap que la soca més s’enfila / com més endins pot arrelar”.

Notas de heterodoxia, de sentimientos poliédricos, que se expresan también en nuestra cultura popular. Pondré un último ejemplo. Una de las sardanas con un título más clerical –‘La sardana de les monges’– es también una de las más laicas. La composición de Enric Morera –a partir de un poema de Guimerà– fue prohibida durante la dictadura de Primo de Rivera. El relato: las monjas de un monasterio se ponen a bailar sardanas al oír las notas de una cobla. La abadesa, enfadada, sale a su encuentro: “Sent-hi a prop, llagrimeja; no sap renyar, / que ella també n’és filla de l’Empordà”. Al final es la luna, símbolo pagano por excelencia, la que dice la última palabra: “Balleu, Balleu!”.

La moraleja: incluso en nuestra cultura popular, impregnada a menudo de tradiciones y creencias, existen notas de heterodoxia. ¿Sería tan difícil rescatar la heterodoxia en el terreno de las ideologías y los credos políticos? Una heterodoxia que es la antesala del eclecticismo –del griego ‘seleccionar’, ‘elegir’–, una escuela filosófica que nos invita a armonizar opiniones, teorías y doctrinas para aprovechar de cada una de ellas aquellas enseñanzas que pueden ser beneficiosas para la colectividad.

En vísperas de la ‘rentrée’ política, necesitamos menos dosis de ortodoxia. Hay que saber escuchar las razones de los otros. Hay que aprender también a cambiar de opinión. “Cuando las circunstancias cambian, yo cambio de opinión. ¿Usted qué hace?”, preguntó Keynes cuando se le reprochaba su flexibilidad doctrinal. Sí, un poco de heterodoxia, por favor.

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