Salir a calentar

Admito que estar en el banquillo de vez en cuando era genial. Tuve un compañero que un día sacó una bolsa de pipas -con sal-, pero hay más

Simeone, en el banquillo de Atlético durante un partido.

Simeone, en el banquillo de Atlético durante un partido. / Reuters

Enrique Ballester

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A menudo, lo mejor del fútbol ocurre fuera del fútbol. Mi amigo Emilio contó anoche una historia sobre un partido que vio en un bar. Era una noche importante, con un ascenso en juego, no era un partido más. Frente a la tele se reunían familias enteras, con padres nerviosos y niños sonrientes, una estampa costumbrista bañada en la sana ilusión por ganar. En plena escena apta para todos los públicos, justo antes de comenzar el encuentro, se guardó un minuto de silencio.

Se callaron los locutores, se callaron los camareros y se callaron las familias, pero dos tipos que estaban en el baño ajenos al momento, pensando que afuera todavía mandaba el bullicio, siguieron hablando y discutiendo. No sé si hace falta explicar qué hacen dos tipos en un baño en un momento así. Sé que a esos niños del bar ya no es necesario explicárselo.

Con la sala totalmente en silencio se escuchó atronadora la conversación de aquellos dos, los gritos que preguntaban si volcaban todo el material o administraban alguna toma más, si quedaba droga suficiente para celebrar el ascenso o si llamaban para volver a pillar. Al rato terminó el minuto de silencio y los dos tipos salieron del baño, felices y tan normal. Nadie dijo nada. Algunos los miraron mal. Lo mejor del fútbol a veces ocurre en un bar.

Elogio a la pereza

Otras veces estás viendo un partido y enfocan al banquillo. Ves cómo el entrenador le dice a algún suplente que salga a calentar, y el suplente está de todo menos preparado para actuar. Parece que la orden le sorprende, incluso, como si estando en el banquillo hubiera otra posibilidad. Empieza a buscar la ropa, a atar los cordones de las botas lentamente y a regresar poco a poco a la realidad... a recordar que se dedica al fútbol, que por eso estaba ahí sentado, porque resulta que es futbolista profesional. Luego cuando le toca salir a jugar vuelve a pasar igual, en otro elogio a la pereza y la tranquilidad.

Algún día acabará el partido, cerrarán el estadio y algún suplente tendrá que dormir en el césped porque estaba aún buscando las espinilleras, porque se estaba aún quitando alguna cadena o algún pendiente. Algún día alguno se presentará en pijama para dejar clara su nula intención de jugar. Algún día lo tendremos que hablar.

El recuerdo del colegio

A mí todo esto de remolonear en el banquillo me recuerda al colegio, de algún modo, cuando mirábamos el suelo intentando desaparecer al intuir que el profesor nos iba a preguntar algo, cuando tirábamos un lápiz del pupitre y nos agachábamos en escorzo a recogerlo para disimular. He visto futbolistas con esa misma actitud a la hora de calentar y honestamente tampoco los puedo criticar.

Admito que estar en el banquillo de vez en cuando era genial. Tuve un compañero que un día sacó una bolsa de pipas -con sal-, pero hay más. Por ejemplo: en juveniles, Pablo ligó con una que se sentaba en la fila de atrás, adaptando a su manera la expresión 'salir a calentar', y nada de lo que hizo en el campo ese año lo pudo superar -de hecho, al final de aquella temporada dejó el fútbol-.

Yo no ligo, pero ahora si estoy en el estadio tiendo a fijarme en cosas de estas y del partido casi ni me entero, porque en el juego ya no me puedo concentrar. Pero da igual. Lo mejor del fútbol a menudo ocurre fuera del fútbol: a veces solo se necesita ver a un tío calentar.

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