Crisis climática

Descarbonizar en serio

Si nos tomamos en serio el objetivo de descarbonizar tanto la economía como la movilidad, tenemos que dejar atrás la fobia nuclear

Pla general de la central nuclear d Asco  a la Ribera d Ebre  amb la xemeneia fumejant a la dreta i els dos reactors a l esquerra  Imatge publicada l 1 de juliol del 2019  (Horitzontal) Roger Segura ACN

Pla general de la central nuclear d Asco a la Ribera d Ebre amb la xemeneia fumejant a la dreta i els dos reactors a l esquerra Imatge publicada l 1 de juliol del 2019 (Horitzontal) Roger Segura ACN / Roger Segura

Joaquim Coll

Joaquim Coll

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A medio plazo, la humanidad no tiene nada más importante que tomarse en serio la supresión de los gases con efecto invernadero para mitigar el cambio climático y evitar una sucesión de escenarios apocalípticos que se producirán si no frenamos el aumento de la temperatura por encima de 1,5ºC. Una visita al atlas interactivo elaborado por un grupo de investigadores del CSIC a partir del último informe del IPCC nos alerta de cuáles serán las consecuencias de alcanzar subidas de entre 2 y 4ºC, particularmente negativas en la cuenca mediterránea. La gravedad del problema nos obliga a ser muy realistas, a debatir sin tabús y a no confundir los deseos con la realidad. La cancillera alemana Angela Merkel reconoció hace pocas semanas que no es posible alcanzar el objetivo de reducción de emisiones para 2030 –un 55% de gases CO2– solo con las energías renovables, lo cual plantea la cuestión de la llamada transición energética. Y aquí es cuando aparecen estrategias diferentes sobre las que debemos reflexionar, pero que en España pasamos de puntillas.

Tras el accidente en la central japonesa de Fukushima (2011), Merkel optó por que Alemania prescindiera completamente de la energía nuclear en 2022. Fue una mala decisión, precipitada y sin consultar a su partido, cuyo resultado ha sido un aumento considerable de los gases contaminantes a partir del carbón. Pese al enorme esfuerzo que está haciendo Alemania por las renovables, sus emisiones de CO2 son hoy de las más elevadas de la UE. Para sustituir el carbón, ha elegido el gas ruso que llegará por el Mar del Norte a través del gigantesco gasoducto North Stream2. Este proyecto ha sido duramente criticado por muchos otros países porque aumenta la dependencia geopolítica europea hacia la Rusia de Putin, hasta el punto que la Eurocámara pidió tiempo atrás su paralización. Además, aunque el gas es mejor que el carbón, no ayuda a avanzar hacia la descarbonización. Francia, en cambio, que se abastece en más de un 75% de energía nuclear, va a seguir apostando por esta tecnología, más barata y eficiente, gracias a la cual es ahora mismo uno de los países menos contaminantes.

En el conjunto de la UE, la nuclear produce cerca del 50% de la energía que no genera gases con efecto invernadero. Y, sin embargo, hay un encendido debate sobre si darle un tratamiento fiscal favorable en la lucha contra el cambio climático. España se encuentra en el grupo de países con un discurso en contra las nucleares pese a que en los planes del Gobierno se contempla la continuidad de estas centrales hasta 2035. Se trata de una posición absurda y contradictoria porque vamos a seguir necesitándolas. Si nos tomamos en serio el objetivo de descarbonizar tanto la economía como la movilidad (¿de dónde vamos a sacar toda la energía para el coche eléctrico?), tenemos que dejar atrás la fobia nuclear y escuchar a organismos científicos como el Joint Research Center, la Agencia Internacional de la Energía o el propio IPCC. Los peligrosos residuos nucleares se pueden gestionar, el exceso de CO2 en la atmósfera, no.

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