El adiós de una estrella

Messi y la zorra (yo)

Aun sabiendo que no tenía muchas alternativas realistas, me parece que Messi ha cometido un error yendo al Paris Saint-Germain

Messi, con la camiseta del PSG

Messi, con la camiseta del PSG / Efe / Cristophe Petit Tesson

Jordi Puntí

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Es cierto: cuando la zorra no alcanza las uvas, dice que están verdes. Pero resulta que antes la zorra se ha atiborrado de esas uvas —o higos o lo que sea que diga la famosa fábula—, hace años que las come y sabe que no hay nada más rico, ni por asomo. Por lo tanto, cuando dice que están verdes no lo hace por despecho, ni siquiera por rencor. Lo hace para consolarse a sí misma, sabiendo que pronto otros van a comer esas uvas y las encontrarán deliciosas. Incluso puede que la zorra termine contemplando cómo esos otros comen sus uvas, aunque solo sea por el placer de recordar el gusto que tenían. Pero sí, antes que nada, para que todo esto ocurra, la zorra tiene que decir que están verdes.

Y las uvas son Leo Messi y su fichaje por el PSG, claro. Permítanme todavía unas palabras sobre el asunto. Aun sabiendo que él quería quedarse en Barcelona y no tenía muchas alternativas realistas, me parece que Messi ha cometido un error yendo al Paris Saint-Germain. “He caído en el club adecuado”, dijo en la presentación, y el verbo es muy pertinente. El Barça lo dejó caer y, guiado por su espíritu ganador (y el sueldo de futbolista mejor pagado del mundo), el argentino ha ido a parar a un club que aspira a todo. Pero no nos engañemos: Messi quiere ganar sobre todo otra Champions. Añadir una liga francesa a las 10 que ya tiene en España es el chocolate del loro, casi un peaje.

Esta ambición personal, individual, es la que ha primado a la hora de elegir, y se le puede objetar la falta de lógica tras toda una vida en el Barça. Ahora mismo el PSG representa como club la antítesis del FC Barcelona: en manos de una sociedad inversora de Qatar, en lugar de los socios, intenta cambiar el fútbol con una actitud de nuevo rico prepotente, en las antípodas de la tradición del fútbol base del Barça (excepto la desastrosa etapa de Bartomeu, claro). Tampoco creo que el estilo de juego de Pochettino coincida mucho con lo que ha conocido Messi durante su carrera —aunque ahora mismo, por sus condiciones físicas y de juego, los equipos se acaban adaptando a Messi, y no al revés—.

Finalmente, para un jugador que ya es el mejor de todos los tiempos, no me parece muy inteligente ir a un club de estrellas mediáticas, aunque coincida con amigos como Neymar, Di María o Paredes, y trate de olvidar la violencia de Sergio Ramos cuando se enfrentaban Barça y Madrid. Habrá que ver si la competencia es un reto saludable, o si la titularidad innegociable de Messi provocará broncas de gallinero en el vestuario. En París, su dimensión mediática crecerá fuera del campo, sin que la pueda controlar tan bien como en Barcelona. En los actos de presentación quiso transmitir una imagen familiar, acompañado siempre de su mujer y sus hijos, pero su eclosión en la Capital de la Luz será más de Paris-Match, más de pasarela, a la vez que hará de emblema de los jóvenes de la ‘banlieue’. Seguro que jugará al fútbol como los ángeles, pero ¿sabrá conjugar esta doble misión? El resto no es silencio: es ruido, negocio.

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