Huelga de hambre a la catalana

Crónicas del exilio en Cala Montgó (y 4)

Los líderes irlandeses eran capaces de sostener una huelga de hambre hasta la muerte, mientras que los catalanes se reúnen a comer paella cada verano

Asistentes a la paella de verano organizada por Pilar Rahola

Asistentes a la paella de verano organizada por Pilar Rahola

Albert Soler

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Durante mi exilio, a falta de pianista y rapero que me ladren, distraigo con lecturas mis horas de ocio. Me ha impresionado 'No digas nada', de Patrick Radden Keefe, sobre Irlanda del Norte. Tras su lectura, he entendido que la principal diferencia entre los movimientos independentistas de Irlanda del Norte y de Catalunya es gastronómica: los líderes irlandeses eran capaces de sostener una huelga de hambre hasta la muerte, mientras que los catalanes se reúnen a comer paella cada verano. Distintas formas de mostrar de lo que son capaces unos y otros.

En la comparación salen ganando los catalanes, por supuesto. Los líderes lacistas siguen desde hace tiempo una huelga de hambre a la japonesa, eso sí es duro. Si una huelga a la japonesa significa producir más de lo que la empresa necesita, una huelga de hambre a la japonesa es comer mucho más de lo necesario, para poner en jaque al estado opresor. Con los índices de colesterol, triglicéridos, proteína C y glucosa desbocados, con la presión sanguínea a punto de estallar y con todas las patologías derivadas de la obesidad en danza, España no tendrá más remedio que conceder la independencia, o soportar sobre su conciencia la muerte de nuestros líderes/héroes. Nótese que incluso en la paella, alimento en principio inocuo, echan cantidades ingentes de carne y marisco, para que el sacrificio sea seguro. Tal vez mejor llamarla huelga de hambre a la catalana y dejemos a los japoneses en paz, que con un tazón de arroz y un cacho de pescado, van servidos.

Algunos líderes catalanes (Presidentorra y los mellizos Tururull) intentaron en su día una huelga de hambre tradicional, aunque duró de la hora de la comida a la de la cena, y no tuvo eco. El mundo ignora lo que le cuesta a un burgués catalán pasar toda una tarde sin merendar, y no nos hizo mucho caso. En cambio, la huelga de hambre a la japonesa, digo a la catalana, tiene la virtud de que, comparando las fotos de los huelguistas de un año para otro, queda patente su degeneración física, ni hablemos de la moral. Las asociaciones de derechos humanos no tardarán en reclamar a España un gesto y en suplicar a los huelguistas que depongan su actitud antes de que explote todo, la situación y ellos mismos.

Además de esos líderes que gustan de mostrar públicamente sus sacrificios gastronómicos como prueba de que piensan siempre en la republiqueta -aunque sea a base de zamparse mejillones, ostras y todo fruto de mar que se ponga al alcance-, están quienes siguen la huelga discretamente. La mayoría de altos cargos del governet y los más significados lacistas, sostienen durante todo el verano una huelga de hambre a la catalana, metiéndose entre pecho y espalda paellas, mariscadas, sangrías, gintonics, barbacoas y demás pitanzas, a poder ser en restaurantes de cinco tenedores, para que al castigo del cuerpo se sume el de la cartera. Sepa España que no nos rendiremos jamás, sepa el mundo que somos capaces de cualquier cosa para sacudirnos tanta opresión. ¡Ni un pas enrere! ¡Seguim! ¡Camarero, otra de gambas de Palamós!

Hoy, en el Ulster, hay murales con la imagen de Bobby Sands, considerado un mártir. Un día en Catalunya los tendremos de Dante Fachín o el Vivales, aunque haya que buscar una pared más ancha que un campo de fútbol para que quepan en ella, así de estricta es la huelga de hambre a la catalana que siguen nuestros héroes.

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