Opinión | Novelas de agosto (2)

Dostoievski en bañador

Al genio de la tormenta no hay por qué leerlo envuelto en un gabán gris y roído. Y, de hecho, desde esta esquina invito a sorber sus novelas vestido con camisa hawaiana y bañador

Dostoievski

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Miqui Otero

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En su canción Here Comes the City, The Go Betweens sueltan que no entienden "por qué la gente que lee a Dostoievski va con pintas de Dostoievski". Al genio de la tormenta no hay por qué leerlo envuelto en un gabán gris y roído. Y, de hecho, desde esta esquina invito a sorber sus novelas vestido con camisa hawaiana y bañador.

Especialmente una, la que de una forma sentimental (y graciosa por momentos) mejor expresa el verano: Noches blancas

Las canciones del verano, ese subgénero con tendencia a rimar arena con nena (incluso con sirena), suelen destacar la noche. He aquí otro mérito, imaginar una novela veraniega en la que nunca anochece. 

Escrita con tan solo 26 años, en la época del Dostoievski más puro y por hacer, transcurre durante cuatro noches. En concreto, durante cuatro noches blancas: un fenómeno natural, propio de enclaves septentrionales como San Petersburgo y que suele darse en el solsticio estival, en el que las puestas de sol van con retraso y el amanecer se adelanta, de tal modo que casi nunca está totalmente oscuro. Eso sucede también con la obra de Dostoievski, asociada pertinazmente a la oscuridad total (moral o anímica), pero, en realidad, con más luz de lo que se suele comentar.

Decía Zweig del maestro que cuando "sus personajes anhelan algo, lo hacen con la esperanza tanto de que les sea rechazado como de que les sea concedido". Que incluso el borracho lo es por ansia de pureza y el criminal por afán de arrepentimiento. Y en Noches Blancas, el protagonista sin nombre es, en esencia, un soñador. Un personaje exaltadísimo, típicamente ruso, que vive en un mundo paralelo de fantasía, rotundamente negado para cualquier giro práctico de la vida real. Y, aun así, un personaje que busca, que quiere encontrar a alguien. El azar lo pone a sus pies: Nastienka, una joven de 17 años que se cruza en el canal de Fontanka. En solo unas cuantas noches, estrecharán lazos, intentarán encajar como dos piezas de puzzle de siluetas melladas o de juegos distintos, incluso se prometerán cierto amor, romántico o fraternal. Sin ánimo de desvelar desenlaces, ella será la primera persona de su vida que lo entienda y él resolverá que en dos minutos le ha hecho feliz para siempre: "¡Dios mío! ¡Todo un minuto de felicidad! ¿Acaso es poco para toda una vida humana?" 

Una noche de verano

A todo verano, sigue un otoño, aunque en el caso de Dostoeievski, le aguardaría pronto un invierno de cuatro años en Siberia, desterrado por sus maniobras políticas. Pero en esos paseos por el río supo reflejar de forma preciosa y desmedida que todo pasa en un verano y, en concreto, en una noche de verano. 

Por un momento, Dostoievski, y su personaje, parecen entrar en el estribillo de aquella canción de The Lovin' Spoonful, Summer in the City, que describe un día horrible en la ciudad adormecida por las vacaciones, insoportablemente sudoroso y solitario, que cambia (incluso de tono y acorde) por la noche, mientras paseas por calles que de repente se encienden y refrescan. Imaginar a Dostoievski en bañador es pensar que pueden existir las noches de verano donde la claridad permite que nos veamos las caras.

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