El imprescindible pasaporte covid
Pronto el porcentaje de vacunados será lo bastante alto como para levantar muchas de las barreras al conjunto de la población, a cambio de incrementarlas a aquellos que continúen negándose a ser vacunados
Xavier Bru de Sala
Escritor y periodista.
Xavier Bru de Sala
No hay que contarse entre los más críticos con la gestión de la pandemia en Catalunya para animar al Gobierno a incorporarse a los países que se han decidido a no discriminar a los inmunizados con el fin de proteger a la minoría de los que, muy insolidariamente, se niegan a contribuir a erradicar el virus mediante uno o dos pinchacitos. Gracias a las vacunas, la última ola no ha tenido ni de lejos los efectos devastadores de las primeras. La próxima, que quizá sea la última si no surge una variante muy resistente y tan contagiosa como la delta y la lambda, acabará con menos hospitalizados y menos enfermos en las ucis, pero la mayor parte de los casos graves y de muertes se contarán entre los no vacunados.
Como han terminado por entender muchos gobiernos y empresas antes que el nuestro, la manera más eficaz de salvar sus vidas a pesar de su temeridad y terquedad, ya que de eso se trata en primer lugar, de salvar vidas (y en segundo de recuperar la normalidad y la economía), es imponiéndoles a ellos, a los que prefieren arriesgarse en perjuicio de todos, las restricciones que los demás ya no necesitamos. Estas y muchas más, claro. En la reapertura del curso, los porcentajes de vacunados serán ya suficientemente altos como para levantar muchas de las barreras al conjunto de la población a cambio de incrementarlas para todos aquellos que, sin ningún impedimento médico, continúen negándose a ser vacunados, o no estén inmunizados por haber pasado la enfermedad.
Pocos días atrás, uno de los grandes expertos que contradicen otros expertos, recomendaba a los vacunados comportarse como si no lo estuvieran. De acuerdo si esto termina en septiembre. Como en Francia o en Italia y pronto en todas partes, teatros, restaurantes, conciertos, eventos y actividades de todo tipo, incluido el acceso a los puestos de trabajo, deberían levantar por completo el telón con el único requisito de mostrar el famoso código QR a la entrada. Si no es así, las autoridades o los jueces que lo impidan se harán cómplices de la ruina de muchos y del sufrimiento de los negacionistas.
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