También Freddie Mercury era inmortal
Eloy Carrasco
Periodista
Brian May, el guitarrista de Queen, explicaba este jueves en una entrevista en el diario The Guardian que no pasa un solo día sin que se acuerde de Freddie Mercury. Que, en el fondo, no se acaba de hacer a la idea de que el líder del grupo de su vida murió hace casi 30 años y que esa ausencia los dejó, a sus compañeros John Deacon y Roger Taylor y a él, mentalmente paralizados durante un largo tiempo. «Como Freddie era una persona tan famosa, asumíamos que en algún momento aparecería alguien con una cura para su enfermedad», confiesa May, recuperando la inconsciente sinceridad de aquellos ídolos que en los años de fulgor ininterrumpido se sentían en la cima del mundo, inmortales.
Pero no apareció nadie, Mercury falleció de sida y su desaparición dio paso al mito, que todavía hoy vive fortalecido entre nosotros.
Hoy sacamos el pañuelo: para flamearlo en protesta, por las lágrimas , y también para agitarlo en el adiós al mito del Barça. El sentimiento del culé es que se le ha muerto alguien inmortal. Messi continuará vivo allá donde quiera, naturalmente afligido al principio, pero al Camp Nou vienen días fúnebres que se harán muy largos. Como el ingenuo Brian May y sus colegas de Queen, pensábamos que en algún momento se produciría la sanación. Que llegaría alguien con la cura para este lío con la estrella que llevaba más de un mes sin contrato, en el limbo, y que ese alguien que le pondría la estilográfica en la mano, todo lo indicaba, sería Joan Laporta.
El enemigo estaba dentro
«El mundo exige resultados. No les cuentes a los demás tus dolores del parto. Muéstrales al bebé». Lo decía Indira Ghandi, una mujer curtida entre tramposos y conspiradores que, aun siendo experta en detectar peligros, terminó sus días traicionada por sus guardaespaldas, que la cosieron a balazos. Muy a menudo el mayor enemigo está dentro, y Laporta se ha visto en la indeseada obligación de explicar una realidad obscena, sin ningún alumbramiento feliz que anunciar, más bien con el cadáver de un niño entre los brazos. El fruto de la semilla demoniaca de Bartomeu y Rosell.
Ahora lo único que se vislumbra entre tanta bruma y ceniza es un club desalentado, bajo escombros económicos y anímicos. Es precisamente Queen, que retumba en los estadios en las noches triunfantes del 'We are the champions', el grupo que también tiene una canción titulada 'Show must go on'. Hoy suena que ni pintada para la cara de payaso triste que se le ha quedado al Barça.
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