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El covid regresa a las residencias

Incluso atendiendo la llamada solidaria de la OMS, una dosis de refuerzo en este colectivo parece razonable. También controlar a los cuidadores no vacunados

Baleares pide vacunación para entrar en residencias y a partir del día 14 lo hará para grandes eventos culturales o deportivos

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La primera y letal oleada del covid golpeó con crudeza inaceptable las residencias de ancianos en España, causó miles de muertos y destapó las carencias del sistema de atención de los ancianos y la incompetencia, la desidia y en algunos casos la más inhumana indiferencia de los responsables políticos de gestionarlo. La prioridad en la campaña de vacunación a las personas ingresadas en residencias (y posteriormente a los ancianos con vida autónoma) y un esfuerzo abnegado por parte de los afectados, de sus familias y de los responsables de su cuidado por protegerlos, aislándolos de los siguientes embates de la enfermedad, acabó por controlar la debacle. Creó también una sensación de seguridad que se demostró insuficientemente justificada (como en el caso del fallido experimento de apertura de festivales musicales en Catalunya justo en el momento menos adecuado y fiándose a una capacidad de detección de los tests de antígenos y a un ejercicio de responsabilidad de los participantes que no cumplieron las expectativas creadas). Esa sensación llevó a una relajación de las medidas de control de visitas y salidas que ha coincidido con la llegada de la quinta ola del virus. El propio bienestar físico y sobre todo psicológico de los usuarios de las residencias requería la recuperación del contacto con sus familias, con su entorno. Pero el resultado ha sido un regreso de los contagios, incluyendo reinfecciones, ingresos y, de nuevo, fallecimientos.

La enorme diferencia de la letalidad del virus en una población ya inmunizada, comparada con la que fue víctima de la primera ola, hace que la situación no sea en absoluto tan grave esta vez. Es otra prueba más de la confianza que se debe depositar en las vacunas. Sin embargo, en ningún caso la garantía frente al virus se ha esperado que pueda llegar al 100%, especialmente en la población con una salud más frágil.

El regreso del virus del covid a la población ingresada en los geriátricos añade un elemento al debate sobre la hipotética tercera inoculación de las vacunas. La Organización Mundial de la Salud reclama a los países ricos que aplacen esta dosis de refuerzo a la población ya protegida del primer mundo hasta que no se haya alcanzado un objetivo mínimo de vacunación en los países que hasta ahora no han podido acceder a las vacunas. A pesar del rechazo expresado por Estados Unidos y la Unión Europea, esta petición tiene sentido incluso desde el punto de vista más puramente egoísta. En muchos países, volver a ver cifras inaceptables de fallecidos sigue siendo una posibilidad real que ya no entra en los cálculos de los países que se enfrentan a las sucesivas nuevas olas con más de la mitad de su población adulta vacunada, y la práctica totalidad de los colectivos más frágiles por motivos de edad o salud. El mundo debería evitarlo. Pero además, mientras la inmunidad global no se alcance, se multiplicarán las posibilidades de que el virus circule, mute y vuelva a llegar con características inesperadas a los países que se sienten más a salvo. Como ante otros tantos problemas globales, la sensación de sentirse en una fortaleza a la que proteger acaba siendo ilusoria .

Con todo, sí resulta razonable, como argumentan numerosos expertos, plantear dentro de un plazo de tiempo razonable un refuerzo de la inmunización adquirida por los colectivos más frágiles en países como el nuestro. Y aún más, plantear que entre el colectivo de trabajadores que debe atender a los ancianos el rechazo a ser vacunado es una actitud difícil de abordar legalmente pero irresponsable e insostenible.