El sillón vacío

Mejor Ginebra que Salamanca

Desconocemos los motivos del encuentro entre Aragonès y Rovira en Suiza y menos aún por qué la reunión debía celebrarse el mismo día que la Conferencia de Presidentes en Salamanca

Pere Aragonès y Marta Rovira, en Ginebra

Pere Aragonès y Marta Rovira, en Ginebra / ACN

Eulàlia Vintró

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Siempre he escuchado y compartido, de joven, que la gente de Catalunya preferíamos traspasar la frontera francesa que cruzar el Ebro y que nuestra prioridad era Europa y no el resto de España. Era obvio, para nosotros, que hasta el final de la dictadura disfrutar de la democracia europea era mucho mejor que seguir sufriendo la represión franquista. Por su edad, el actual ‘president’ de la Generalitat no ha podido practicar este comportamiento, pero confieso que su visita a la secretaria general de su partido en Ginebra en lugar de asistir en Salamanca a la reunión de todos los presidentes de las Comunidades Autónomas, convocada por el presidente del Gobierno del Estado y presidida por el Rey, me ha provocado un profundo malestar que no podía aliviarse por el recuerdo juvenil mencionado.

Desconocemos absolutamente los motivos del encuentro entre los dos dirigentes de ERC en Suiza y menos aún para qué la reunión debía celebrarse el mismo día que en Salamanca se tratarían temas tan importantes como la distribución de los fondos europeos entre las comunidades autónomas, la adquisición de vacunas para mantener el rápido ritmo de vacunaciones y el grado de ejecución de las medidas para combatir la despoblación rural. De hecho, la Generalitat ha sido la única autonomía sin representación y ha demostrado una vez más que solo quiere gobernar para la mitad de catalanes.

Si bien es cierto, como han criticado varios presidentes en sus breves intervenciones a lo largo de la sesión, que habría que modificar en algunos aspectos el formato de estos encuentros institucionales, también lo es que han servido y sirven para profundizar en el conocimiento personal y territorial, para escuchar de viva voz los diversos planteamientos, críticas y reivindicaciones y para consolidar un clima de responsabilidad compartida. A lo largo de muchos años las reflexiones, demandas y aportaciones de Catalunya disfrutaron de la atención, el respeto e, incluso, la comprensión de la mayoría de comunidades autónomas, pero en los últimos 10 años la situación se ha invertido y, últimamente, la no asistencia catalana lejos de ayudar a hacer entender nuestras legítimas demandas ayuda a incrementar la indiferencia o la crítica abierta y la oposición a cualquier propuesta catalana.

Sería adecuado, probablemente, dar a conocer el orden del día de la sesión con más anticipación, facilitar antes del comienzo la documentación pertinente, flexibilizar un poco el ritmo y duración de las intervenciones y, tal vez, anticipar formalmente alguna posible resolución. Pero no debemos olvidar que estamos hablando de un organismo informativo y deliberativo y no de una institución ejecutiva.

Nos encontramos, pues, después de casi tres meses de nuevo gobierno, con una preocupante reiteración de los posicionamientos anteriores: discrepancias entre los socios de gobierno en cuestiones de gran trascendencia como la mesa de diálogo con el Estado, la ampliación del aeropuerto del Prat, las medidas contra la pandemia o las energías renovables; también se reiteran declaraciones de consejeras y consejeros que corrigen a las personas que las han formulado o algún colega suyo por no mencionar imágenes escandalosas de irresponsabilidad sanitaria a cargo de autoridades políticas de primer nivel actual y reciente. También es cierto, y hay que reconocerlo, que el clima es menos tenso y crispado y que se hacen declaraciones con voluntad de distensión, pero sin modificar actuaciones de gran relevancia como no participar en la Conferencia de Presidentes.

Acaba de empezar el mes de agosto, el mes de vacaciones y de una cierta pausa en la discusión y tratamiento de los conflictos, sean estos económicos, sociales, sanitarios, ambientales, laborales... Comparto la necesidad y la conveniencia de que también los altos cargos políticos puedan relajarse y disfrutar de un cierto descanso. Pero tampoco pueden dejar de prestar atención a la dura realidad presente ni  al preocupante futuro ni de asumir los retos y compromisos que les esperan.

Cada vez hay menos gente dispuesta a tolerar la superficialidad.

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