Los Juegos desde el sofá

Y Asensio parió una medalla

Marco Asensio celebrando el gol

Marco Asensio celebrando el gol / ANNE-CHRISTINE POUJOULAT

Emilio Pérez de Rozas

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El Real Mallorca, de nuevo equipazo de Primera División -aunque con el poco dinero que se está gastando el dueño de los Phoenix Suns, Robert Sarver, veremos cuánto tiempo duramos en la división de oro- acababa de descender a Segunda. El caso es que era la temporada 2013-2014 y había que agitar aquello. Hacer algo. Y a alguien se le ocurrió sacarse de la coctelera a un juvenil lustroso para incorporarlo a la pretemporada y ver si servía.

"Te vamos a enviar a un chaval que creemos tiene madera de buen futbolista. A nosotros nos gusta mucho. Tú mismo. Lo miras, le dejas entrenar unos días y decides”, le dijo alguien del club a José Luis Oltra, el técnico que se hacía cargo del Mallorca para devolverlo a Primera (fue despedido en febrero).

El chavalito era Marco Asensio, con 17 años, hijo de Gilberto Asensio y la holandesa Maria Gertruida Margaretha, que habían bautizado a su primer hijo con el nombre de Van Basten. El segundo hijo, también futbolista, pero no tan bueno, se llama Igor. Y, en efecto, Asensio empezó a tocar el balón entre profesionales de nivel, sí.

Este niño es buenísimo

Pero lo tocaba tan bien y, como ayer mismo me confesaba Llorenç Serra Ferrer “con tanta naturalidad, seguridad, criterio, desparpajo, sabiduría, tacto y eficacia” que, terminado el tercer entrenamiento con los grandes, dos de las ‘vacas sagradas’ rojillas, el meta Dudu Aouate y el central José Carlos Araujo Nunes, se acercaron a Oltra y le dijeron: “Mister, ese chaval es oro puro, es buenísimo, no lo deje escapar; ese chaval nos va a ayudar mucho".

Aquel niño joven, aquel joven niño, que como cuenta Serra Ferrer, que fue quien le subió la cláusula a 4 millones de euros que no quiso/pudo pagar el Barça y se fue al Real Madrid, después de que Rafa Nadal, en una de sus muchas presencias en el palco del Santiago Bernabéu, le dijese a Florentino Pérez: "Presidente, no puede dejar escapar a la perla que tenemos en Mallorca, ese Marco Asensio es buenísimo, se lo digo yo". No hablaba por no molestar, era puro silencio, casi sumiso, un ángel, buena persona, había perdido a su madre, a los 15 años, y estaba sufriendo horrores con sus rodillas, tanto que para dormir se las envolvía en papel albal.

El gol de Messi

Ese Asensio, que como le había anunciado mamá María a Florentino en el pantalán de Puerto Portals el día que se cruzó con el presidente blanco, "vestirá de blanco muy pronto”, es el mismo que no cesa de tener problemas con sus entrenadores para hacerse con un sitio en el titular del Real Madrid y/o de las diversas ‘rojillas’.

Y, sin embargo, él, que es el único gran imitador que hay en el mundo de Leo Messi (coge el balón en el ángulo izquierdo del área grande rival, conduce en dirección al semicírculo y, cuando llega a él, la enrosca con su prodigiosa zurda a la escuadra derecha del meta rival, allí donde duermen las arañas), fue quien ayer, frente a Japón, parió un gol y una medalla ¡que ojalá sea de oro! el día que el culé Pedri, con 18 años, una perla mundial, alcanza el récord de 72 partidos en una temporada, que dejará, el sábado, en 73. Lo nunca visto.

Todo eso lo vi el día 11 de los JJOO cuando, a las 11.11 horas, Simone Biles emergió de su silencio para devolvernos la sonrisa a todos. Así son los números 1.

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