Unos Juegos Olímpicos extraños
Hay dudas sobre el momento y el propio modelo de la competición, que algunos consideran más propio del siglo XIX que del XXI
Jorge Dezcallar
Embajador de España.
Jorge Dezcallar
Hemos pasado del campeonato europeo de fútbol a los Juegos Olímpicos sin apenas tiempo para recuperar el resuello, a pesar de encontrarnos en mitad de otra ola del dichoso virus que, si ha permitido a algunos espectadores en los campos de fútbol, los impedirá en Tokio. Estas van a ser unas Olimpiadas raras porque se celebran con un año de retraso, porque las preocupaciones de salud predominarán al estar muchos atletas infectados y aislados, y porque solo el 22% de los japoneses las desean, pues al estar vacunados menos del 20% temen que los Juegos actúen como un superdifusor del virus. Por eso son muy impopulares, y el 40% de los japoneses querían su cancelación, algo que solo ha ocurrido en 1916, 1940 y 1944. El resultado es que de ser un evento que proyectara al mundo la potencia de Japón, se han convertido en un fracaso económico y de imagen del que se apartan políticos y patrocinadores. Todo esto despierta dudas sobre el momento y sobre el propio modelo de los Juegos, que algunos consideran más propio del siglo XIX que del XXI.
La Grecia clásica inventó los Juegos Olímpicos. Los griegos, que vivían divididos en pequeños estados-nación en constates peleas fratricidas, tuvieron la inteligencia de inventar un tipo de confrontación que permitía interrumpir las guerras cada cuatro años. No deja de ser una brillante paradoja que la forma de aplacar las luchas fuera excitar las pasiones de la tribu, derivando el sentimiento nacionalista al terreno deportivo, donde las consecuencias son muy satisfactorias para el ego y menos dañinas para el cuerpo. De esta forma, Atenas y Esparta, Tebas y Macedonia sublimaban sus rivalidades en la confrontación deportiva.
Las primeras olimpiadas de la época moderna se celebraron en Grecia en 1896 y en ellas participaron 241 atletas, todos hombres, todos blancos y todos de clase alta o aristocrática. El deporte era entonces cosa de ricos, como muestra la película 'Carros de Fuego' de Hugh Hudson con maravillosa música de Vangelis. En las Olimpiadas de este año participarán 11.000 atletas, casi la mitad mujeres, y se verán todas las tonalidades posibles en el color de la piel, haciendo estos Juegos infinitamente más democráticos e inclusivos, y eso es muy positivo, aunque tampoco quepa olvidar que solo en tres ocasiones se han celebrado en el hemisferio sur (dos en Australia y una en Brasil) y que nunca los ha habido en África. En 2032 volverán a Australia, que es la única que los ha solicitado. Ante la creciente escasez de candidatos, hay voces que piden que los Juegos de Verano se celebren siempre en Grecia y que los demás países le proporcionen la ayuda económica necesaria.
John Branch, periodista deportivo y premio Pulitzer, ha escrito que “los Juegos Olímpicos están construidos sobre el exceso, mezclados con geopolítica, trufados de corrupción y engaño. Cada ciclo olímpico suscita preguntas incómodas sobre sostenibilidad, daño medioambiental y derechos humanos”. Más específicamente, las críticas se concentran en el Comité Olímpico Internacional (COI) y los derechos de los atletas.
El COI está integrado por 102 miembros de dudosa extracción democrática que no rinden cuentas a nadie y que logran que a su lado la misma FIFA parezca un modelo de transparencia y virtudes democráticas. Se les acusa de compraventa de votos para la designación de las sedes olímpicas, de ignorar las cuestiones de derechos humanos y de no tener suficientemente en cuenta los intereses de los atletas. Así, los Juegos de Invierno se celebrarán el próximo año en China, que acaba de ahogar las libertades de Hong Kong y reprime a los uigures de Xinjiang. En 2014 fueron a Sochi, en Rusia, y acabaron con un mayúsculo escándalo de dopaje. Poco después Putin invadió y anexionó Crimea. También se critica que estos Juegos se celebren en pleno verano, cuando los anteriores de Tokio (1964) lo hicieron en octubre para evitar el calor excesivo. La culpa la tienen las televisiones, que ganan mucho dinero con la retransmisión e imponen sus intereses al proporcionar el 73% de los ingresos del COI.
Pero nada de eso importará cuando empiecen las competiciones, el tribalismo que llevamos en el ADN excite el orgullo nacional y la clasificación del medallero haga vivir como propios los éxitos de los atletas. ¡Pónganse cómodos y disfruten!
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