En clave europea

Un plan para los efectos actuales del cambio climático

El cambio climático ya afecta a la UE. Por ello, además de la estrategia para frenar el calentamiento global, los Veintisiete necesitan un plan para proteger a los ciudadanos y a la actividad socioeconómica de los efectos actuales del cambio climático. La estabilidad y la cohesión de la UE dependen de ello.

La ONU alerta: “Al mundo se le acaba el tiempo para frenar el cambio climático”

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Eliseo Oliveras

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La Unión Europea (UE) y los gobiernos nacionales, además de la estrategia para frenar el cambio climático, deben adoptar también un plan con fondos suficientes para paliar los efectos que ya está produciendo el cambio climático. La estrategia para frenar la acelerada acumulación de gases de efecto invernadero tardará en tener un impacto en un clima mundial ya desestabilizado. Por ello, la UE debe reforzar la protección de sus ciudadanos y del normal funcionamiento socioeconómico frente a unas condiciones climáticas adversas, que serán cada vez más frecuentes, según los estudios. Sin un plan de inversión ambicioso, la estabilidad sociopolítica y la cohesión interna de la UE pueden verse comprometidos por los efectos del cambio climático.

La UE debe estar en condiciones de hacer frente a sequías prolongadas, a olas de calor, a lluvias torrenciales, a fríos glaciales, a la erosión de las costas y a las crecidas abruptas de los ríos. Las infraestructuras en transportes, agua, electricidad, gas y telecomunicaciones deben estar diseñadas y construidas para resistir condiciones muy adversas. No puede ser que cada vez que haya una tormenta importante una parte de la población se vea privada de suministros básicos, como ocurre ahora, porque esos fenómenos climáticos extremos serán cada vez más frecuentes.

El Mediterráneo es una zona muy afectada, ya que se calienta un 20% más rápido que la media mundial, según un estudio de la Unión para el Mediterráneo. El número de días anuales con una temperatura superior a los 37 grados está creciendo en la región, indica otro estudio de la consultora McKinsey.

Invertir en reservas de agua

Las sequías son cada vez más frecuentes en España, Portugal, Francia, Italia y Grecia, con pérdidas anuales de 9.400 millones en la UE, señala la Comisión Europea. Por ello, es imperioso invertir en construir reservas de agua y mecanismos de regadío más eficientes y menos consumidores de agua, así como en redes de protección ante la multiplicación de las tormentas de granizo.

La subida de la temperatura ha recortado el rendimiento del cultivo de tomates el 8% en Grecia y el 15% en Italia respecto a 1989, mientras que la sequía de 2016 redujo el 30% la producción de trigo en Francia. La producción vinícola en determinadas zonas de España, Italia y Portugal registrará un amplio declive por la subida de temperatura, señala otro estudio publicado por Global Change Biology.

La mayor frecuencia de las olas de calor requiere más producción eléctrica, así como capacidades sanitarias reforzadas. En Francia murieron 20.000 personas por la ola de calor de 2003, mientras que en los últimos años los fallecidos por la canícula suman unos 1.500 anuales. En España, unas 1.300 personas mueren cada año a causa de las olas de calor. El calentamiento global podría triplicar el número de muertes anuales por las olas de calor a partir de la próxima década.

Nuevas enfermedades

La subida de la temperatura en Europa facilita la llegada de nuevas enfermedades, como el virus del Nilo Occidental, que produce encefalitis y es contagiado por mosquitos. Durante 2020, se registraron 315 infecciones humanas de este virus en la UE (143 en Grecia, 77 en España, 66 en Italia y 13 en Alemania). Por ello, la sanidad pública europea debe invertir en prepararse para las nuevas enfermedades.

Las sequías y las olas de calor también exigen ampliar las dotaciones de bomberos para combatir los incendios forestales, con una reordenación del paisaje que dificulte la expansión del fuego y árboles menos inflamables. Chipre ha sufrido este mes el peor incendio forestal de su historia. En 2020, ardieron más de 400.000 hectáreas de espacios naturales en la UE, el doble que la media anual de los 12 años anteriores.

La subida del nivel del mar y la mayor frecuencia e intensidad de los temporales erosionan las costas y aumentan las inundaciones en las zonas costeras. Sin la construcción de nuevos espigones de protección a lo largo de la costa, muchas playas mermarán o desaparcarán, con un impacto negativo para el sector turístico. En Benín, la construcción sistemática de grandes espigones ha hecho retroceder al mar unos 150 metros de media.

Las inundaciones catastróficas, como las de este mes en Alemania y Bélgica, serán cada vez más frecuentes debido al calentamiento y la generación de tormentas de lento desplazamiento, avisa el estudio publicado por Geophysical Research Letters. Esto exigirá elevadas inversiones para contener y regular las crecidas, reforzar las infraestructuras y evitar edificios en zonas inundables.

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