Altas temperaturas

'Soc de Barcelona i em moro de calor'

Las viviendas de la ciudad no se han construido pensando en temperaturas extremas como las que ya tenemos encima, con más noches tropicales y con termómetros que suben sin parar

Aparato de aire acondicionado

Aparato de aire acondicionado

Eva Arderius

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No es fácil dormir en Barcelona durante el verano. Todo el mundo tiene su manual de supervivencia para afrontar las noches tórridas. Los más afortunados se ponen el aire acondicionado, hay quien tira de ventiladores, en posiciones diferentes para que las ráfagas no impacten directamente en la cara, hay quien se ducha con agua fría, quien duerme directamente en el balcón o pone el colchón en el sitio más ventilado de la casa, aunque las ventanas abiertas obliguen a escoger: calor o ruido.

Repaso las noches de verano barcelonesas en los diferentes pisos donde he vivido. Levantando un poco la persiana para buscar, desesperadamente, un poco de aire, sudando, contando las horas y pensando el sueño que tendré al día siguiente. Escuchando como un vecino juega hasta la madrugada con su Play Station, el otro roncando, las cadenas del WC y las teles a todo trapo, colándose por el patio de luces. O las risas de los clientes del bar de abajo, especializad oen mojitos, como si estuvieran rodeando mi cama. Y levantarse con los ojos hinchados y con el cuerpo entumecido por el calor y la falta de sueño, ducharse y buscar un lugar fresco donde recuperarse de la noche infernal.

Se tendrá que pensar qué se hace con el parque de viviendas envejecido, cómo se mejora el aislamiento o si se pone aire acondicionado a quien no lo puede pagar (a pesar del impacto medioambiental que esto supone)

Pienso en la distribución de esos pisos. En uno de ellos la habitación daba a la escalera, cero ventilación, en otros a un interior de manzana, en estos casos tuve suerte, y en el peor piso donde he vivido, a un patio de luces mugriento y ruidoso. No creo que quien planificó esos pisos, algunos más nuevos y otros más antiguos, pensara en la necesidad de tener corriente de aire, cosa muy difícil de encontrar en Barcelona. Cuando veo las porterías de algunos edificios de barrios densos de la ciudad imagino cómo deben ser las habitaciones y cómo de duro debe ser vivir ahí en verano. Que en algunos barrios se mantenga la tradición de tomar el fresco tiene más relación con esto que con una experiencia de buena convivencia, de necesidad de ocio o de costumbres culturales. Muchos vecinos no tienen más remedio que alargar la hora de irse a la cama en el parque o la plaza de enfrente, esperando que la madrugada baje un poco el bochorno. El espacio público es salvador. En Barcelona, cerca del 60% de los pisos tienen aire acondicionado, así que cuatro de cada diez barceloneses están obligados a pasar calor. De hecho, un informe oficial dice que, en los años 90, no había ni un solo piso en Ciutat Meridiana o en el Besós, los barrios más vulnerables, con un aparato de refrigeración.

Pero no es solo cuestión de precio, que también, los pisos de Barcelona no están preparados ni para el frío, ni para el calor. Lo ha dicho en alguna entrevista el cantautor islandés Halldor Mar. Confiesa que nunca ha pasado tanto frío en una casa islandesa como en un piso barcelonés. Las viviendas no se han construido pensando en temperaturas extremas como las que ya tenemos encima, con más noches tropicales y con termómetros que suben sin parar. Una situación que obligará a tomar medidas, de hecho ya hay algunas encima de la mesa. El Ayuntamiento de Barcelona ya tiene en marcha los refugios climáticos, para que no haya que ir a un centro comercial para sobrevivir al calor. Quizás se necesita una campaña más contundente, como la que se hizo en los 80 con el eslogan “Barcelona, posa’t guapa"; pero, en este caso, no para arreglar las fachadas, sino los interiores. Se tendrá que pensar qué se hace con el parque de viviendas envejecido (en Barcelona, cerca de 500.000 edificios se construyeron antes de 1970), cómo se mejora el aislamiento o si se pone aire acondicionado a quien no lo puede pagar (a pesar del impacto medioambiental que esto supone). Hace años se hizo con los ascensores y ahora quizás habrá que hacerlo con la climatización, y sobre todo se tendrá que construir de otra manera, con más árboles en la calle, para rebajar la temperatura de la ciudad, como recomiendan muchos expertos. Aunque parezca que vivir sin pasar un calor asfixiante sea solo un capricho, la realidad del cambio climático nos demuestra que esto no es así. El Institut de Salut Global de Barcelona (ISGlobal) dice que, si no tomamos medidas, la mortalidad por temperaturas elevadas en Catalunya subirá, en los próximos treinta años, un 7,7%. Evitar el calor ya no será cuestión de clase social o de comodidad, será cuestión de necesidad y de salud. Mejor empezar a preparar la partida presupuestaria, no se puede tardar mucho.

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