Los movimientos de Sánchez

Canas orgánicas. Marte puede esperar

A estas alturas de la legislatura, el presidente tiene claro que el PP no va a cambiar, que necesita a Unidas Podemos y que sus problemas mayores le vienen del fuego amigo

Pedro Sanchez         David Castro

Pedro Sanchez David Castro / David Castro

Javier Aroca

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A estas alturas de legislatura, la mitad más o menos, Pedro Sánchez ya tiene claras dos cosas: una, que el PP no va a cambiar. A medida que se consolida el Gobierno de coalición progresista, la derecha rabia y arremete más y más; otra, que, como ahora y antes, necesita a Unidas Podemos y no parece que los datos auguren una mayoría suficiente como para permitirle no contar con ellos en el futuro.

Hay una tercera consideración: sus problemas mayores le vienen del fuego amigo, sus canas no son pintadas –como se decía de un Felipe González teñido para ganar en notoriedad–, son naturales aunque orgánicas.

El PP se ha tirado literalmente al monte primigenio. En la última abstención en el Parlamento europeo para no condenar al ultraderechista húngaro Viktor Orban aflora un PP lejos de las derechas democráticas antifascistas europeas. A diferencia de sus homólogos, los populares españoles compiten con la ultraderecha pero no la combaten, porque con ella piensan gobernar. Y ello a pesar de la defunción de Ciudadanos, que lejos de aportarle nueva savia reformista, apuntala la deriva radical de la derecha tradicional española.

Los últimos movimientos de Pedro Sánchez, crisis de Gobierno incluidaindican que se prepara para una lucha sin cuartel, fortaleciéndose en su propio partido. Va a por todas, lo dijo cuando llegó, quería acabar con las baronías en insurrección ‘felipista’ permanente. No lo consiguió antes pero ahora ya ha decidido que no le cueste ni una cana más.

Sobre sus socios de coalición, Sánchez a lo más ha emprendido escaramuzas, razias o algaras en territorio ajeno, pero son solo operaciones de castigo para su propia galería, aprovechándose de las debilidades de UP. Es un espejismo que en el futuro –ya se ha convencido– pudiera contar con Ciudadanos; ya no existirá. Tampoco parece que las condiciones permitan resucitar la idea de la gran coalición. Ni González lo dice ya, ni la derecha ultramontana de Pablo Casado y una Isabel Díaz Ayuso al acecho, tutelada por José María Aznar, representa dicha opción.

Pedro Sánchez entendió a su partido eliminando de su diván a Iván Redondo, remodeló su Gobierno cambiando de juego. Ahora toca el backgammon, la tabla real; acerca fichas propias, léase ministras, para desde tablero propio saltar y vencer.

Resuelta Andalucía y Catalunya, en el País Valenciano fortalece a Ximo Puig. Y pone fichas donde más canas le salen, a saber, Madrid, Castilla La Mancha y Aragón. En todos esos casos, los cambios en su Gobierno han servido para llenar su tablero, entrenar un banquillo que brille  en el Gobierno y así preparar el asalto a los barones díscolos.

Pedro Sánchez ha demostrado ser osado. No se le vio muy nervioso con los indultos, lo tenía claro y meditado; tampoco, a pesar del entorno más que farragoso, mostró debilidad con la gestión de la crisis marroquí, por mucho que en este caso, como en el primero, prescindiera de los ministros protagonistas; así los protege y se protege.

Tampoco ha dudado en su relación con la UE. El dinero de los fondos de recuperación llegará y eso tiene irritada aún más a la derecha, no a la más práctica, la empresarial, que advierte con claridad de dónde sopla el aire fresco de los euros. Nadia Calviño, su número dos, es su mejor garantía en la UE, aunque librará batallas más domésticas en un tira y afloja con sus coaligados. El SMI vendrá, como también algunas de las reformas pendientes, y en todas se verá que la vocación es seguir coaligados y avanzar en lo posible.

Pedro Sánchez y Unidas Podemos se entienden, dicen que se lleva bien con su nueva lideresa, la brillante ministra vicepresidenta Yolanda Díaz, pero hay algo más. No parece que Pablo Iglesias se haya ido demasiado lejos y ambos tienen un sentido utilitario del respeto a lo pactado.

Las amenazas unen, el cielo puede esperar, incluso se puede vivir sin asaltar el cielo. Las canas orgánicas de Sánchez las dará por bien empleadas, de hecho lucen bien ahora que controla más su partido y se regodea en él. Ya no tiene astronauta porque lo importante es permanecer en el Gobierno, lo de Marte también puede esperar.

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