La gestión de la pandemia

Máximo desconcierto

La diversa adopción de medidas restrictivas o de regreso a la normalidad han causado un gran desconcierto y angustia entre la ciudadanía

Acto de homenaje a las víctimas de la pandemia de covid y a los sanitarios

Acto de homenaje a las víctimas de la pandemia de covid y a los sanitarios / EFE / JAVIER LIZÓN

Eulàlia Vintró

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Las personas que han dedicado una parte importante de su vida a estudiar y tratar de conocer cómo se desarrollaban pueblos y civilizaciones antiguas comparten una conclusión: disponemos de una información muy limitada y, a pesar de los avances realizados, estamos lejos de saber todo lo que pasaba hace más de 20 siglos. Hoy, en cambio, podríamos afirmar que el exceso de información y la avalancha constante de noticias dificultan enormemente nuestra capacidad de entender y de reflexionar un poco no ya sobre todo lo que sucede sino ni siquiera sobre lo que nos afecta.

Después de más de 15 meses la pandemia ha entrado en la quinta ola y el ritmo de transmisión asciende a unos niveles más elevados que nunca. Es cierto que la vacunación avanza de forma sostenida y eficaz, pero también lo es que personas vacunadas se contagian y que casi la totalidad de los nuevos infectados tiene menos de 40 años. Los hospitales y las ucis no reciben muchos ingresos ya que las personas enfermas o estaban vacunadas o son jóvenes más asintomáticos, pero los centros y personal de primaria viven un nuevo colapso y, también, un importante crecimiento de contagios entre los profesionales sanitarios obviamente vacunados.

Cuando empezó la propagación del virus, el Gobierno decretó el estado de alarma, que fue aceptado inicialmente en el Congreso del Diputados por todas las fuerzas políticas con un par o tres de abstenciones y ningún voto en contra. Las renovaciones quincenales hasta junio modificaron las votaciones pero la alarma se mantuvo. Mientras esta era la situación, algunas comunidades autónomas, en especial Catalunya y Madrid, reclamaban competencias al Gobierno central y criticaban sin medida las decisiones que este adoptaba. Cuando el Estado optó por transferir a las autonomías las competencias que le eran exigidas, la situación no mejoró y, además, algunas volvieron a proponer que el Estado ejerciera su autoridad.... Las diversas olas son, pues, atribuibles tanto a uno como a las otras y las víctimas, en todos los casos, son los ciudadanos que siguen sin entender qué pasa.

Ha habido información, muchos datos de nuestro país y de todo el mundo, especialmente de Europa, pero las discrepancias y contradicciones entre los datos aportados y las autoridades políticas responsables, el desconocimiento de quiénes eran los asesores científicos –sanitarios, económicos o de otras materias-, la diversa adopción de medidas restrictivas o de regreso a la normalidad han causado a la ciudadanía un tal desconcierto, por no decir angustia, que, en parte, explica por qué ahora no se siguen las pautas mínimas de seguridad y protección del contagio.

Y, para acabarlo de arreglar, la reciente votación del Tribunal Constitucional, con seis votos a favor y cinco en contra, sobre la demanda de Vox en relación a si se debería haber utilizado el estado de excepción y no el de alarma al inicio del virus ha terminado de desconcertar a todos. Recordemos que Vox votó a favor del primer estado de alarma y que, una vez más, el Tribunal Constitucional vuelve a ser visto como una justicia partidista y no como un poder judicial independiente.

Y si a la pandemia añadimos otras cuestiones que también tienen notables consecuencias sobre la población como el cambio climático, con olas de frío y de calor o con tormentas extraordinarias; el coste de la energía y el recibo de la luz incrementado de manera brutal, inexplicada e incomprensible; el mantenimiento de unas tasas de paro superiores a las de la inmensa mayoría de los países europeos; la persistencia de los desahucios y la no aprobación de una nueva legislación sobre la vivienda y su coste; la distribución de los fondos europeos ya concedidos en España .... Y así podríamos seguir con las cuestiones que nos afectan pero que ni se resuelven ni nos explican qué hacen o piensan hacer nuestros gobernantes.

En Catalunya, en efecto, hace un par de meses que se ha constituido un gobierno independentista después de casi tres meses de discrepancias, algunas de las cuales no se han resuelto. El nuevo ‘president’ procura presentarse como gestor de las necesidades ciudadanas pero todavía no lo ha demostrado, y los socios de Junts siguen con la actitud de siempre, alejada de la realidad cotidiana. En Madrid, después de los indultos a los políticos catalanes que han tenido menos oposición escandalosa de la que se temía, la importante remodelación del Consejo de Ministros y los objetivos que han anunciado revelan una adecuada visión de futuro, pero dejan de lado la problemática sanitaria no resuelta y la persistencia del desconcierto angustioso de la ciudadanía.

No vamos bien. Y lo peor es que no sabemos ni nos dicen cómo piensan hacerle frente.

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