La utilidad real del Diplocat
No hay más que observar con qué ganas se crean delegaciones exteriores para saber que su función es la de repartir dinero entre los afines al régimen
Semanas atrás, un informe situaba a Catalunya como una de las regiones más corruptas de Europa. Imagino que todos los miembros del ‘governet’ mostrarían a gritos su enfado, como un solo hombre. Una ofensa así no podía quedar sin respuesta.
–¡Nos han tratado de región! Hay que exigir una rectificación.
De la corrupción, nada que decir, hay cosas que por obvias no pueden discutirse. Al revés, para acentuar el compromiso europeo de Catalunya, lo que hace falta es confirmar con hechos la validez del estudio. El ‘governet’ hace cuanto puede para dejar en buen lugar a los autores del documento, pero siempre puede hacerse más. Por fortuna, este lunes se supo que las embajadas catalanas son poco más que una excusa para gastar dinero como si no hubiera un mañana: pagos injustificados, falta de control, ausencia de documentación y todo lo necesario para asegurar que Catalunya continúe entre las regiones más corruptas.
-¡Ha dicho región!
No hacía falta que lo dijera el Tribunal de Cuentas. No hay más que observar con qué ganas se crean delegaciones exteriores para saber que su función es la de repartir dinero entre los afines al régimen, aquí, con ganas, no se hace nada que no suponga beneficios. ¿Que alguien necesita un teléfono móvil? Se pide desde una embajada y ya lo pagará el Diplocat, o sea todos los catalanes. ¿Que alguien quiere un televisor? A cuenta de otra embajada. ¿Un sofá-cama? ¿Un microondas? ¿Un viaje al Caribe? ¿Un reloj de pared? ¿Un coche para la señora? ¿Un pisito para la querida? Para eso se inventó el Diplocat y sus generosas embajadas. “Ni un niño sin hogar, ni un lacista sin regalo”, es nuestro eslogan, dando por sentado que la primera parte es para disimular y, de hecho, no nos importa.
Liderar un ránking de corrupción no es ninguna deshonra, todo lo contrario, es una prueba de la inventiva de los catalanes, capaces de idear lo que sea con tal de beneficiar a los de siempre. Y eso que no nos dejan demostrar todo aquello de lo que somos capaces. El Estado español, poniendo palos en las ruedas como siempre, nos impidió crear la herramienta definitiva, la madre de todas las corrupciones, aquello que habría permitido hacer realidad el viejo sueño de repartir dinero sin freno a amigos y familiares: la ‘republiqueta’.
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