Resocializarse
Es preocupante la extrema prudencia de los que están ya prácticamente fuera de riesgo, con la pauta de vacunación completada y con conciencia de que sí pueden contagiarse pero con una forma leve de la enfermedad que no irá más allá del resfriado y encima les reforzará el sistema inmunitario
Xavier Bru de Sala
Escritor y periodista.
Xavier Bru de Sala
No son justas todas las críticas dirigidas a los jóvenes que, hartos de refrenarse e ir a menos de medio gas y a la vista del anunciado vuelco en positivo de la pandemia, se comportan como corresponde a sus naturales impulsos de vivir explorando los límites. En primer lugar, la inmensa mayoría no hacen nada que no esté permitido, y es precisamente a partir de la relajación de las medidas decretado por las autoridades que tenemos encima la quinta ola, o más bien la tienen ellos y el sistema sanitario. Ha llegado un momento en que, con la práctica totalidad de la población con más riesgo estadístico vacunada, las elevadas cifras de contagiados no se traducen como antes en mortandad desatada. Para quienes se atreven a pasarlo bien en compañía, el riesgo es asumible. Tampoco deben temer por si contagian a sus padres y a los familiares de generaciones más antiguas,
Al revés, es más preocupante la extrema prudencia de los que están ya prácticamente fuera de riesgo, con la pauta de vacunación completada y con conciencia de que sí pueden contagiarse pero con una forma leve de la enfermedad que no irá más allá del resfriado y encima les reforzará el sistema inmunitario. A cualquier edad, socializarse es primordial. La soledad, el encierro en círculos reducidos o burbujas de pocas personas, puede acabar siendo golosa, e incluso causar adicción. La soledad, el aislamiento, la minimización de personas con las que relacionarse, conlleva un enorme ahorro de energías, de problemas, de esfuerzos, de interacción, de comprensión, de renuncia a seguir tan solo la propia voluntad.
Es contra los riesgos de esta paz sobrevenida que habría que poner el énfasis este mismo verano. Porque la extensión del monaquismo en la vida civil acaba por ser demasiado cómodo. Aunque a muchos no se lo parezca y se amparen en la prudencia cuando ya no es tan necesaria, la socialización es un bien individual y colectivo. En cambio, cada paso que alguien de nuestro entorno da hacia el robinsonismo es una pérdida de calidad de vida, aunque él no se dé cuenta y los demás le aplaudan.
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