La nota

Ciudadano Polanco

¿Por qué el pragmático y liberal presidente de ‘El País’ llegó a ser la bestia negra de Aznar, sumo sacerdote del liberalismo?

Undated file photo of the chairman of Spanish media group Prisa, Jesus de Polanco, who died July 21, 2007, after suffering a long illness. REUTERS/El Pais/Ho (SPAIN)

Undated file photo of the chairman of Spanish media group Prisa, Jesus de Polanco, who died July 21, 2007, after suffering a long illness. REUTERS/El Pais/Ho (SPAIN) / HO

Joan Tapia

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El periodista y escritor Juan Cruz, que cuando salió ‘El País’ en 1976 fue corresponsal en Londres y desde entonces ha estado vinculado al diario, salvo la etapa de Alfaguara en la que fichó a Vargas Llosa y a Saramago, acaba de publicar ‘Ciudadano Polanco’. Un libro que es una interesante aproximación a Jesús Polanco (1929-2007), el empresario fundador de ‘El País’, el diario más relevante de los nacidos desde la Transición.

Fallecido hace ya 14 años, Polanco fue una figura clave en la industria cultural y el periodismo. Sin él, sin su apuesta por lo que era una incierta aventura empresarial, ‘El País’ no habría logrado nacer. Sin él, y su pacto de ‘Sacha’ (buen restaurante madrileño) con Juan Luis Cebrián (el empresario y el director se obligaban a consensuar para salir adelante), el diario no habría tenido éxito. Sin él, y su gran capacidad de pacto, un diario que nació con el derecho de Manuel Fraga (el ministro de Franco) a proponer al director –y auspiciado por José Ortega, hijo del filósofo conservador Ortega y Gasset– no hubiera podido convertirse en el más leído y en el referente, a la vez, de parte del ‘establishment’ capitalino y de la izquierda intelectual.

Coincidí con Polanco en los consejos mensuales de Unión Radio, el ‘holding’ de las radios de Prisa (la ‘Ser’) y del Grupo Godó. Y leyendo la larga entrevista, una parte del libro de Cruz, he recordado las ganas de vivir, el optimismo desbordante y la capacidad de tejer complicidades de un empresario que se definía como liberal y que –aparte de Santillana– supo parir, o consolidar, dos fortalezas del progresismo español: ‘El País’ y la ‘Ser’.

Polanco era de una familia de derechas (su padre fue preso de los republicanos), y a través del grupo de Dionisio Ridruejo, Acción Democrática (lo he sabido por el libro de Cruz), transitó desde el posfalangismo a la socialdemocracia liberal, estuvo en la oposición democrática y en el amplio universo, de raíces muy diversas, que en los 60 y los 70 intrigaba para que España fuera un país democrático normal. Pero Santillana, ‘El País’ y la ‘Ser’ no fueron aspiraciones, sino empresas que necesitaron trabajo, decisión y talante independiente.

Polanco le dice a Cruz que tiene “una manía patológica por la independencia” y que “lo que más aprecia de un periodista es la virtud de la independencia, de contar lo que sepa, pase lo que pase, pues la función social del oficio es informar”.

Polanco era un liberal de centro (repetía contento “la competencia es la madre de la ciencia”); realista, pues califica al entonces primer director del diario (Cebrián) de “un joven gallo que con sus espolones defendía cada palmo de terreno”, y sabía que España no era solo Madrid y poco más. Por eso lanzó la edición catalana de ‘El País’, con una potente redacción y con un director, Antonio Franco, que ya había hecho un referente del entonces joven ‘EL PERIÓDICO’.

Uno de los enigmas de España –quizá una de sus claves– es que Polanco, que supo pactar con Fraga, el exministro de Franco, se convirtiera, tras la victoria de Aznar en 1996, en la bestia negra de la derecha, que intentó arruinarle –y algo más– en la guerra de las televisiones. Polanco luchó y se salió, pero –lo dijo bien Lluís Bassets al presentar el libro– en aquella guerra Prisa tuvo que asumir una deuda colosal que la castró. Y que hoy la sigue lastrando. 

¿Por qué el liberal doctrinario Aznar persiguió al pragmático liberal Polanco? Lean a Juan Cruz. Sabrán más de periodismo e historia de España.

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