Cambio de Gobierno

Nuevas prioridades, adiós Catalunya, adiós PSC

En términos políticos los socialistas catalanes, a quienes tanto debe Sánchez en su ascenso, han sido sacrificados y ya por dos veces: primero lo fue Illa y ahora lo ha sido Iceta

Astrid Barrio

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Tras la remodelación gubernamental del sábado, y siempre que la pandemia lo permita, todo apunta a que Pedro Sánchez tiene la intención de irse de vacaciones habiendo dado carpetazo a los asuntos que le han tenido ocupado a lo largo de la primera fase de la legislatura y que espera afrontar el nuevo curso político con una agenda que le permita recuperar el pulso y encarar el nuevo ciclo electoral que, salvo sorpresas, se inaugurará con las elecciones andaluzas

Tres cuestiones básicas han centrado la primera parte de la legislatura: la gestión de la pandemia, el encaje del gobierno de coalición y la cuestión catalana. La gestión de la pandemia, con permiso del susto veraniego, al menos desde el punto de vista sanitario parece encarrilada gracias a las vacunaciones masivas.  

Las prioridades de Sánchez son garantizar el éxito de la recuperación económica, a través de los fondos Next Generation y de las reformas estructurales y recoser el PSOE, tras la fratricida lucha de los últimos años y rehacerlo a su imagen y semejanza

No ha sido fácil encontrar la sintonía por parte de un partido acostumbrado a mandar mucho y poco dispuesto a compartir el poder y un recién llegado a las responsabilidades gubernamentales, con escasa experiencia y muchas ansias de protagonismo, y de ahí que las disonancias hayan sido notables. La sorprendente salida del gobierno de Pablo Iglesias, más ducho en la política que en las políticas y su relevo por Yolanda Díaz allanó el terreno en ese sentido, hasta el punto de que ya nadie pretende ensombrecer el liderazgo al presidente. A cambio, se respetan unas áreas de poder que no se han visto afectadas por la crisis gubernamental y se empiezan a tramitar algunas iniciativas -como la ley trans- con resultados inciertos. Podemos seguirá gesticulando, pero ha aceptado una subordinación, que ha quedado ratificada tras el ascenso de Nadia Calviño a la vicepresidencia primera del gobierno.  

Tras la concesión de los indultos que precedió a la reunión de presidentes y con la perspectiva de la reanudación de la mesa de diálogo entre gobiernos a partir de septiembre, la cuestión catalana parece encarrilada, al menos desde el punto de vista político, aunque quizás no tanto como se cree Sánchez. Porque a los inevitables escollos en el ámbito jurídico e internacional que habrá que afrontar hay que añadir ahora el preocupante mensaje que se traslada, después de haber optado por el desplazamiento de Iceta de un ministerio que debía tener un papel protagonista en la negociación política. Se dice que en compensación el PSC ha ganado cuota de poder, entendiéndose por poder el manejo de presupuesto. Pero lo cierto es que en términos políticos los socialistas catalanes, a quienes tanto debe Sánchez en su ascenso, han sido sacrificados y ya por dos veces: primero lo fue Illa y ahora lo ha sido Iceta. El problema mayor, sin embargo, no es la cuestión de los nombres sino del proyecto, algo sobre lo que el PSC deberá reflexionar y decidir si sigue subordinado a quien le ningunea o si quiere ser un proyecto autónomo. 

Encarrilada la pandemia a pesar de la ola veraniega, pacificado el Gobierno y habiendo sido desplazada la cuestión catalana de los puestos de privilegio de la agenda, Sánchez ha apuntado con el cambio de Gobierno cuáles son, a partir de ahora, sus prioridades. Por un lado, garantizar el éxito de la recuperación económica a través de los fondos Next Generation y de las reformas estructurales que llevan aparejadas, amparándose en la más absoluta ortodoxia europea que proyecta Calviño. Y, por el otro, recoser el partido tras la fratricida lucha de los últimos años y rehacerlo a su imagen y semejanza, algo que culminará en el congreso de octubre. Despejada la incógnita de Susana Díaz en Andalucía,  Sánchez ha prescindido de su hacedor, Iván Redondo, quien generaba muchas tensiones con Ferraz y en el seno del propio Gobierno, ha mantenido o asciende a algunos de sus fieles y ha incorporado a nuevas ministras curtidas en el ámbito municipal, procedentes de territorios que conservan barones socialistas, quien sabe si para contentarlos y consolidar alianzas o si, por si acaso, para ir forjando liderazgos alternativos y lealesBregado en la adversidad, Sánchez ganó las primarias, se hizo con el Gobierno, se ha deshecho de rivales internos y externos y se enfrenta ahora al reto de consolidar al partido como fuerza municipal y autonómica como paso previo a la Moncloa. Parece olvidar, sin embargo, que las lealtades no hay que darlas por descontadas, sino tratar de conservarlas. 

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