Mesa de diálogo

Los miedos de ayer de ZP hoy atenazan a Sánchez

El mundo nacionalista ha superado bastante el autonomismo y el independentismo, a pesar de no disfrutar de una clara mayoría social, se ha convertido en una opción política y electoral tan normalizada como cualquier otra de las mayoritarias

Pedro Sánchez y José Luis Rodríguez Zapatero, en una imagen de 2015

Pedro Sánchez y José Luis Rodríguez Zapatero, en una imagen de 2015

Joan Tardà

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No parece que tenga que ayudar mucho a construir una solución al conflicto entre Catalunya y España el intento del PSOE, del PSC y de las élites económicas de hacer cuajar la idea que la voluntad de Pere Aragonès de poner encima de la Mesa de Diálogo amnistía y autodeterminación es sinónimo de radicalidad o de intransigencia y que aquello sensato radica en hablar exclusivamente de autogobierno. Quizás convendría, en el Gobierno español, enterrar los permanentes fantasmas que en el pasado ya atenazaron a otro presidente español con la excusa de Catalunya. Fue ZP quien un día afirmó, con la misma rotundidad con que Pedro Sánchez afirma hoy que nunca jamás se celebrará un referéndum de autodeterminación, que el actual Estatut aprobado en 2006, por excelente, permanecería vigente durante décadas.

Porque, situados en el día después al reconocimiento de la existencia de un conflicto político de suficiente envergadura (cuando tan solo hace unos meses para él solo existía un conflicto convivencial entre catalanes). como para que se establezca una relación basada en el diálogo bilateral entre gobiernos, se demuestra que la “cuestión catalana” va ligada al éxito o fracaso del proyecto político socialista.

En la Moncloa tendrían que recordar que, a pesar del voto republicano (no de CiU) favorable a la investidura de Rodríguez Zapatero en 2004, este pactó, a escondidas de ERC, el Estatut con Artur Mas, abriendo las puertas del retorno de Convergència al Palau de la Generalitat por la puerta grande de la abstención de Joaquim Nadal. En el camino quedaron sacrificados el 'compromesso storico' de las izquierdas catalanas bajo la forma del tripartito y los objetivos del PSOE de una reforma constitucional que pudiera asumir plenamente la plurinacionalidad del Estado.

Hoy la realidad es muy distinta: el mundo nacionalista ha superado bastante el autonomismo y el independentismo, a pesar de no disfrutar de una clara mayoría social, se ha convertido en una opción política y electoral tan normalizada como cualquier otra de las mayoritarias. Es decir, suficientemente implantada como para poder garantizar correlaciones de fuerzas favorables y/o determinantes.

Al final, a pesar del esfuerzo de las terminales exteriores del Estado, difundiendo a través de centenares de embajadas y consulados que la mesa de diálogo se limitará a explorar una hipotética negociación entre el Gobierno del Estado y uno de carácter meramente “regional”, no puede esconderse que la desigualdad entre los dos ejecutivos queda minorizada por el hecho de que ambos son producto del mandato de las urnas y sometidos a parámetros democráticos. En definitiva, solo el reconocimiento de una Mesa de Diálogo entre gobiernos ya otorga al independentismo una carta de naturaleza nunca antes imaginada.

La altura de miras de los líderes de la izquierda española se tendría que reflejar en el abandono del bloqueo o veto a las posiciones de la otra parte, si lo que realmente se persigue es crear las condiciones más favorables para construir una corriente de opinión compartida entre constitucionalistas e independentistas que asocie resolución del “problema catalán” a conquista de una democracia de mayor calidad. Claro, Pedro Sánchez tendrá que estar dispuesto a pagar el precio que supondrá que en la Mesa de Diálogo se abran tantas carpetas como propuestas se pongan, por parte de él mismo y de Pere Aragonès, encima de la mesa.

La experiencia de Rodríguez Zapatero tendría que ilustrar a Pedro Sánchez. El primero creyó que pactar con CiU y abandonar el camino iniciado en 2004, de sustituir el binomio acuñado en la Transición entre el PSOE y el pujolismo, también cofundador del Régimen del 78, por otras fuerzas políticas progresistas de las distintas naciones del Estado (ERC, BNG, EA, Chunta Aragonesista...) contribuiría a amansar el PP. ¡Qué error! Haber renunciado entonces al programa regeneracionista de la España plural ni contribuyó a superar un sustrato anticatalán, muy arraigado en algunos sectores del mismo partido socialista, ni comportó que el nacionalismo español de base catalanofóbica se centrara. Al contrario, alejada de todo tipo de ponderación, la derecha española convirtió la falta de valentía de la izquierda española hacia Catalunya en carburante para recuperar el poder.

Y 2023 está a la vuelta de la esquina.

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