APUNTE

El triunfo de Messi, el triunfo de todos

Messi festeja la Copa América tras ganar en la final a Brasil.

Messi festeja la Copa América tras ganar en la final a Brasil.

Albert Guasch

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La redención es un género muy explotado en el deporte universal. En el fútbol, sobre todo en Argentina, gusta más hablar de revancha. Lenguaje maradoniano. El éxito de Messi en la Copa América tiene la cinematografía de las historias con un clímax de salvación. Una historia para ser contada. El héroe que después de innumerables desdichas encuentra al fin el fervor tan ansiado de los suyos. Redención total.  

Argentina, orgulloso país de la exageración, capaz de producir los vídeos o anuncios de homenaje más imaginativos y palpitantes y a la vez de derrochar los insultos más feroces y graves, erosionó lo indecible el soporte psicológico de Messi durante años. Se hace el ciudadano barcelonés –no puede decirse el jugador del Barça- más chabacano cuando le convoca la selección, se ‘maradoniza’, en un afán de conectar emocionalmente con el segmento barra brava de la sociedad. Ahora, con su victoria en la Copa América, la simbiosis se hace completa, era el clic que faltaba. No más pecho frío. 

"Odio perder"

El éxito de Messi fue compartido como pocas veces se ve en el deporte. Hasta de Brasil, el rival que da la medida de los éxitos a Argentina, surgieron voces populares que se congratularon de su triunfo. Ninguna tan significativa como la de Neymar. «Odio perder, pero disfruté de su título, el fútbol necesitaba de este momento», proclamó el amigo brasileño, de lagrimal muy sensible tras el partido, pero un valiente en el campo. Como percutió pese a saber que iba a salir golpeado y magullado resultó admirable. 

Todo el mundo conoce la descarnada crítica, el feroz hostigamiento, a que el 10 rosarino ha sido sometido por numerosos opinadores de su país, al que responsabilizaron de que no se vieran culminadas tanto tiempo sus desmesuradas expectativas. Por eso todo el mundo futbolístico se hizo cargo de la losa que se descargaba Messi. Empezando por sus compañeros, que corrieron a abrazar al 10 arrodillado con el pitido final. Su celebración, pura y desbordada, reflejó una liberación que va más allá del éxtasis. ¿Cómo no alegrarse por alguien que ha dado tanto al fútbol? Su carrera podrá discurrir ahora ligera de equipaje, desestresada. ¿Quién puede negar que se lo merece? A ver si hay suerte y puede verse en Barcelona este Messi relajado que viene. 

Inglaterra se quedó, en cambio, sin la redención que ansiaba después de 55 años de sequía internacional. Todo se le había puesto en bandeja y, sin embargo, Italia se ha construido un palmarés siendo una roca. Inglaterra no jugó para ganar. Pareció atenazada en la final de su responsabilidad histórica, empezando por su entrenador, encogido desde la pizarra. Le lloverán más palos que agua cayó anoche en Wembley. La redención no es para miedosos.

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