Ágora

Connectem Barcelona

Trabajamos por una transición digital justa, que genere oportunidades para todos y no deje a nadie atrás

Un joven teletrabaja desde su domicilio

Un joven teletrabaja desde su domicilio / Manu Mitru

Laia Bonet

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El 14 de marzo del año pasado, encerrados en casa, muchos de nosotros conseguimos seguir haciendo una cierta vida normal de la mano de la tecnología. Improvisamos el teletrabajo, seguimos clases a distancia y descubrimos que podíamos estar en contacto con la familia y los  amigos de manera virtual. Para muchos, esto fue así –pero no para todos–.

En poco tiempo, el confinamiento mostró la cara menos amable de una transición digital que avanza pero que está lejos de ser una realidad para toda la ciudad. Descubrimos que, a pesar del esfuerzo de las escuelas, las empresas y las administraciones, en muchos hogares les fue imposible seguir la vida en el nuevo formato ‘online’.

En Barcelona, concretamente, hubo unas 8.000 familias que no dispusieron de acceso a internet en casa. Esta es la cifra que nos aportó la Encuesta de Brecha Digital que presentamos el pasado enero para medir las desigualdades digitales que estaban afectando la ciudad. Y es que un reto que no se mide, no se visibiliza, no se entiende y no se puede abordar.

De hecho, hasta hace poco pensábamos que esta brecha se definía por un problema de acceso, de conexión. Por ello, para medirla simplemente teníamos en cuenta todas aquellas personas que no disponían de acceso a internet. Ahora sabemos que hoy solo un 1% de la ciudadanía no tiene acceso a internet por motivos económicos.

Pero también sabemos que la conexión es solo una parte del problema. El acceso a internet es una de las tres dimensiones que debemos tener en cuenta para abordar la brecha digital. Para entender el impacto de las desigualdades económicas en las desigualdades digitales, debemos fijarnos en tres factores: la conectividad, los dispositivos y las habilidades.

Contar o no con dispositivos puede ser una limitación. No contar con los conocimientos para utilizarlos es otra. Un ejemplo: los hogares de rentas más altas tienden a tener más ordenadores en casa, mientras que los hogares de rentas más bajas disponen más bien solo de teléfonos inteligentes. Las diferencias entre seguir clases ‘online’ en un teléfono móvil o en un ordenador son evidentes, y afectan directamente a las oportunidades educativas del alumnado.

La brecha digital es una problemática con consecuencias reales, palpables, que afecta las condiciones de vida de la ciudadanía.

La transición digital debe ser justa e inclusiva. Y los responsables públicos tenemos la obligación de luchar contra las desigualdades digitales. Por eso, en el Ayuntamiento de Barcelona ponemos en marcha el proyecto Connectem Barcelona, y lo hacemos de la mano de las entidades del tercer sector, las principales operadoras de telecomunicaciones y los fabricantes de dispositivos digitales.

Connectem Barcelona es una apuesta por una política de inclusión digital de proximidad, ciudadana, transformadora. Por eso nos ponemos en marcha en Trinitat Nova, uno de los barrios más afectados por la brecha. Los hogares participantes en esta primera fase contarán con un abordaje integral de la brecha digital: conexión a internet de calidad, ordenadores y tabletas adecuadas y capacitación digital personalizada. El objetivo es incrementar las posibilidades de utilizar las herramientas digitales para diferentes usos, como en el ámbito educativo y laboral.

Solo algunas ciudades del mundo –como Nueva York, Toronto, Milán, Londres– han comenzado a abordar el reto de la exclusión digital. Y ninguna lo ha hecho de forma integral, como lo haremos en Barcelona. Connectem Barcelona es, pues, una política pionera y habrá que evaluar los resultados. Por eso empezamos con una prueba piloto de un año con 400 hogares participantes. Apostamos por una política digital con impacto social que podamos ampliar el conjunto de la ciudad.

Barcelona es capital digital del sur de Europa. Acogemos la Mobile World Capital, la Smart City Expo y un ecosistema innovador de primera clase. Pero Barcelona es también la de los más de 3.000 estudiantes que no pudieron seguir las clases ‘online’ durante la pandemia por culpa de la brecha digital.

En el último año hemos visto que la transformación digital es inevitable y cambiará nuestras vidas. Las instituciones podemos ser espectadores de este proceso, o bien participar activamente. Nuestra apuesta es clara: trabajamos y trabajaremos por una transición digital justa, que genere oportunidades para todos y no deje a nadie atrás.