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Afganistán, un riesgo para la estabilidad de la región

Afganistán

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Veinte años después de la guerra que acabó con el régimen de los talibanes en Afganistán y puso en fuga a la dirección de Al Qaeda, Estados Unidos retirará sus últimos efectivos y dejará la suerte del país en manos del Gobierno de Kabul. El 31 de agosto partirán los últimos soldados de la base de Bagram y a partir de ese momento el Ejército afgano (unos 300.000 soldados) deberá hacer frente en solitario a la guerrilla talibán (75.000 hombres), una ratio engañosa porque la complicidad de los señores de la guerra, de los cultivadores de amapola de opio y de los jefes tribales con los líderes talibanes ha permitido a estos, de momento, controlar más de un tercio del territorio y acechar varias capitales de provincia.

La orden dada por el presidente Joe Biden de hacer efectiva una decisión adoptada por su antecesor siembra toda clase de dudas acerca de la capacidad del Ejército afgano de contener a los talibanes o, lo que es lo mismo, de garantizar la continuidad de un régimen con un control territorial limitado y discontinuo, que solo puede proteger de forma razonablemente cierta la capital y sus inmediaciones. Pero las dudas no se limitan a la solvencia militar del régimen afgano, sino a la capacidad de contaminar el vecindario que puede seguir a una eventual restauración de un Gobierno talibán en Kabul. Dos décadas después del 11-S, el riesgo es que el desafío talibán vuelva a la casilla de salida y Afganistán sea de nuevo un foco de inestabilidad regional.