Análisis

La nueva España asoma también en fútbol

Luis Enrique aplaude a los aficionados españoles en la grada de Wembley tras ser eliminado por Italia.

Luis Enrique aplaude a los aficionados españoles en la grada de Wembley tras ser eliminado por Italia. / @SeFutbol

Antonio Bigatá

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Nos coge la final de la Eurocopa en plena rehabilitación colectiva de Luis Enrique y su trabajo al frente de la selección, que no mereció ser derrotada por Italia. España ha tenido mucho más acierto y cohesión del que esperaban sus seguidores-amigos, así como una infinidad superior de juego, calidad y tesón de los que le deseaban quienes apostaban en silencio por un tortazo que desquiciase los planteamientos actuales cara al Mundial de dentro de dos años. 

No presido el club de fans de Luis Enrique pero le considero claro triunfador y líder de lo mucho que se ha hecho bien. Reconozco casi entusiasmado que ha acertado a partir de su carácter difícil, sus convicciones personalísimas y su independencia intransigente al seleccionar y alinear. Ha conseguido un equilibrio de buen juego, resistencia y capacidad de desborde, así como asimilar los buenos y malos momentos que han planeado sobre el equipo.

El Madrid del 'florentinato'

En un juego en el que es estúpido pensar que los partidos se zanjan por razones de justicia existe sin embargo cierta unanimidad internacional al considerar que España no mereció ser eliminada por Italia. Pero eso vale menos que otro factor: Luis Enrique ha encontrado ya dos tercios de un bonísimo equipo para el próximo Mundial aunque su efervescente cerebro tiene suficiente margen para estropear las cosas si no mantiene la firmeza de criterio que ha sabido mantener.

Porque en el Madrid del 'florentinato' y frente a todas las capillitas intimidantes, grupos de presión mediáticos organizados, estaban asimismo las aconsejables servidumbres al 'establisment' de la Villa y la Corte que no se sentían representados por esta nueva España futbolística periférica. Latía lo mismo que cuando no consideran suya la representación parlamentaria que existe actualmente en las Cortes. La idea del Real Madrid de la Superliga, defensor desde la purria del elitismo de que los daneses, los checos, los ucranianos o los croatas debían aceptar papeles muy secundarios si deseaban sobrevivir, es muy similar a la que siente el centro del país en relación al entorno que ha ido vaciando.

Cualificadas infanterías

Lo peor que le ha pasado al sergioramismo pepero es que le han derrotado en la asignatura de la percepción del fútbol contemporáneo. En un tiempo en que la globalización ha comportado que en las ligas de Europa actúen mezcladas y con las mismas camisetas de club las muy cualificadas infanterías de los países teóricamente secundarios con los divos de las grandes potencias clásicas ha traído esa igualdad apretadísima con la mayoría de los partidos esperando desenlace hasta los 10 o 15 últimos minutos de los encuentros, multiplicándose las prórrogas y las tandas de penaltis.

Los máximos divos ayudados por máximos divos haciendo de obreros no son tan eficaces como cuando quienes les respaldan son trabajadores genuinos de alta calidad, currantes cada vez con más recursos técnicos individuales e ideas tácticas inducidas que, por cierto, irán subiendo en cotización y protagonismo en los próximos tiempos. Les pondrán las cosas cada vez más difíciles a señores que salen a hacer la compra al 'mercatto' con las ideas de la portera de Núñez, como hace Floren.

Un inmenso Dani Olmo

Si se sitúan delante del mapa verán que la nueva España futbolística de Luis Enrique se parece mucho a la que cada vez pesará más civilmente a todos los efectos si consigue una mínima paz convivencial. Los norteños de Urkullu y Navarra aportan Unai, Azpilicueta, Oyarzábal así como al vasco francés Laporte. Los catalanes de Pere Aragonés ponen sus Busquets, Jordi Alba, Pedri y Eric García. Desde tierra levantinas Ximo Puig ofrece a Pau, Ferrán Torres y Gerard Moreno.

Olmo conecta un disparo en el partido de semifinales ante Italia.

Olmo conecta un disparo en el partido de semifinales ante Italia. / Justin Tallis / EFE

Del exilio laboral ha sobresalido un inmenso Dani Olmo. De la reserva central junto a Koke y la no presencia de Ramos lo más llamativo es lo que ha dado de sí el todavía madridista Morata. No todas las apuestas de Luis Enrique han estado acertadas, quizá por la agotadora temporada precedente. Le ha pinchado Marcos Llorente, al que parecía reservar un papel destacado, así como Gerard Moreno como punta rematadora.

Ramos por Busquets

Tampoco ha hecho prácticamente nada en sus limitadas prestaciones Thiago. Es probable que Morata y Gerard no tengan el fuste necesario para el Mundial que viene, pero hay tiempo para verlo. En cambio la sustitución del líder eclipsante y acaparador que era Sergio Ramos por un Sergio Busquets coordinador e impulsor del juego de todos sus compañeros ha sido el gran cambio, el giro, la potenciación de la puesta al día de una selección muy española precisamente porque era menos madrileña de lo que probablemente desearían la señora Ayuso, don Floren y los centenares de locutores y tertulianos que sirven o se dejan utilizar por el ayer que ya se fue.

Refiriéndonos a los males de España es imprescindible no olvidar la actitud seria y normal de los árbitros europeos huyendo de la sobreactuación. ¡Qué envidia! Tampoco la ponderación, prudencia y agilidad en la utilización del VAR, que se ha comportado como un verdadero VAR comparado con las pejiguerías que muestra en nuestro país.

Barrer para casa

Europa enseña cosas, a ver si las aprendemos. A ver si las aprendemos, por cierto, en esta final, en la que sería romántico que se impusiera Italia aunque solo sea por contrapesar la broma sarcástica de que en la Europea de las mil sedes la selección inglesa ha jugado todos los encuentros importantes -con la final prevista incluida- en Wembley.

Eso además de recordarnos que todavía tenemos pendientes muchas revoluciones de todo tipo hasta conseguir un mundo más justo nos trae a la memoria que lo de barrer para casa al fin de al cabo era y es un imperialismo más, bastante español por cierto.