Debate en el Gobierno

El salario mínimo

Aunque sea poco más que simbólico, un ajuste del salario mínimo, atendiendo a la inflación u otros criterios, sería bienvenido

La vicepresidenta segunda, Nadia Calviño, en la rueda de prensa posterior al Consejo de Ministros del 6 de julio.

La vicepresidenta segunda, Nadia Calviño, en la rueda de prensa posterior al Consejo de Ministros del 6 de julio. / A. Pérez Meca / Europa Press / Pool

Jordi Alberich

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Estos días asistimos a un intenso debate en el seno del Gobierno acerca de la conveniencia de aumentar nuevamente el salario mínimo, tras los incrementos del 22% en 2019 y del 5% en 2020. A favor de la medida, destaca la ministra de Trabajo, Yolanda Díaz, mientras, en sentido contrario, se posiciona la de Economía, Nadia Calviño.

La voluntad compartida es aumentarlo progresivamente hasta situarlo en el 60% del salario medio. Sin embargo, en el peculiar momento que vivimos, preocupa que un incremento pueda dificultar la creación de empleo, al considerar que muchos de los nuevos puestos de trabajo se darán en sectores que no dan ni para el salario mínimo.

Así las cosas, la única solución para salir de esta dinámica es avanzar hacia una economía de mayor valor añadido, con salarios superiores a los que hoy perciben buena parte de los trabajadores españoles. Mientras, dado que ese tránsito va para largo, hemos de decidir qué priorizar: si optamos por crear más empleo, con sueldos menores, o bien apostamos por un mayor salario mínimo, aún a cuesta de perjudicar la ocupación. Y lo razonable es que vayamos acompasando ambos criterios en función del momento.

En el contexto actual la prioridad es, sin duda, crear empleo. Pero, también, dado el arraigado y comprensible malestar social, resulta indispensable lanzar el mensaje a quienes padecen las peores condiciones laborales, de que su situación no es irreversible. Si el desempleo agrieta la sociedad, no menos corrosivo resulta que millones de personas, aún trabajando, se limiten a malvivir.

Inmersos en una especie de euforia por las expectativas de salida de la pandemia y por la fortaleza de la recuperación, nos podemos dejar llevar por las cifras de crecimiento económico y pensar que deste lo resuelve todo por sí solo. No es así. Más que nunca hemos de procurar que el malestar no se desborde. Por ello, aunque sea poco más que simbólico, un ajuste del salario mínimo, atendiendo a la inflación u otros criterios, sería bienvenido.