Un largo historial

La multinacional de la penitencia… ajena

Aunque con excesiva timidez, el papa Francisco ha pedido perdón por los abusos de la Iglesia; después vendría la penitencia, esa que tanto ha exigido la institución y que tan poco se ha aplicado a sí misma

Conmoción por el hallazgo de 751 tumbas indígenas en Canadá.

Conmoción por el hallazgo de 751 tumbas indígenas en Canadá. / Afp

Emma Riverola

Por qué confiar en El PeriódicoPor qué confiar en El Periódico Por qué confiar en El Periódico

Posee más de 700.000 kilómetros cuadrados de tierras. Es el mayor propietario no gubernamental del mundo. Iglesias, escuelas, hospitales y otros bienes se suman a las posesiones de la Iglesia católica. Como una suerte de multinacional primigenia ha gestionado durante siglos no solo un ingente patrimonio, sino también el armazón social y moral que le ha permitido perdurar y regir las vidas de miles de millones de personas. Durante siglos, su dominio ha sido inseparable del poder político y económico. ¿Hasta qué punto pesa la herencia emocional de su poder? El legado de sus valores, pero también de sus desmanes.

Estos días, Canadá se cuece a 50º mientras un pasado ignominioso emerge de la tierra. El país ha quedado conmocionado ante el hallazgo de casi mil nuevas tumbas sin nombre junto a los internados del horror. Esos centros que, durante más de un siglo, acogieron a más de 150.000 niños indígenas. Pequeños arrebatados a sus familias que fueron convertidos a la fuerza al catolicismo y a quienes se les negó su lengua y su cultura. Sometidos a toda clase de maltratos, se calcula que 6.000 niños fallecieron bajo la tutela del Estado en centros regidos por órdenes católicas. Imposible calcular las heridas del cuerpo y el alma.

La mirada podría detenerse en múltiples puntos del planeta para encontrar rastros de los atropellos de la Iglesia. También en España. Hace ya más de cinco años que el ‘caso maristas’ salió a la luz. El trabajo de investigación de EL PERIÓDICO hizo aflorar decenas de víctimas de pederastia en varios colegios de dicha congregación religiosa. También los jesuitas, los claretianos, los capuchinos o los benedictinos de la abadía de Montserrat han sido órdenes señaladas. Su colaboración en las investigaciones ha sido desigual, no todas se han comprometido en llegar al fondo del asunto ni han querido ayudar en el reconocimiento y la reparación de las víctimas.

También en España resulta inquietante el caso, aún no esclarecido, de los bebés robados durante el franquismo y hasta los años 90. Diferentes estudios apuntan a 30.000 bebés separados de sus madres al nacer. En muchos casos, arrebatados a madres solteras o, simplemente, pobres. En la misma lógica moral están los centros pertenecientes al Patronato de Protección a la Mujer, una institución fundada en 1941 y presidida por Carmen Polo que pretendía “apartar del vicio a las jóvenes y educarlas con arreglo a las enseñanzas de la Religión Católica”. Al fin, centros de internamiento que practicaban múltiples explotaciones protegidas por un grueso manto de silencio.

"Como católico, estoy profundamente decepcionado por la posición que ha tomado la Iglesia católica ahora y durante los últimos años", afirmó Justin Trudeau, primer ministro de Canadá, a raíz de los últimos y macabros descubrimientos en su país. Hace ya unos años, ante el demoledor informe de la Comisión de la Verdad y Reconciliación, el mandatario pidió al Papa que avanzara "en pedir disculpas, pedir perdón, restituir y facilitar que la información estuviera disponible”. Esta vez, Francisco ha expresado su “dolor” y se ha mostrado dispuesto a recibir a las víctimas.

La “decepción” de Trudeau como católico es un buen punto de partida para la reflexión. Hablar de Iglesia es hablar de patriarcado, de control de la sexualidad, de la reproducción, de la muerte, de qué vidas son dignas y de cuáles son estigmatizadas, desechadas, repudiadas. Sus códigos morales pretéritos aún impregnan buena parte de los prejuicios actuales. Y su obra está manchada por abusos de una gravedad infinita, de un dolor incalculable. Con el agravante de haber sido cometidos por los mismos que se imponían como faro ético. Pero lo cierto es que la Iglesia es mucho más que su institución, y en su seno acoge a una multitud de personas comprometidas con el bienestar de la sociedad. Así ha sido durante siglos y también lo es en la actualidad. Estos múltiples y contrapuestos rostros dificultan enormemente el juicio sobre la institución. El peso de la herencia emocional es inmenso. Francisco ha iniciado, aún con excesiva timidez, el camino: la petición de perdón. Después vendría la penitencia, esa que tanto ha exigido la Iglesia y que tan poco se ha aplicado a sí misma.

Suscríbete para seguir leyendo