La tribuna
Nadie dijo que fuera a ser fácil
Las reivindicaciones maximalistas de autodeterminación y amnistía deberían ser las últimas en aparecer, no las que se ponen el primer día sobre la mesa. Especialmente porque el Gobierno no puede aceptarlas
Rosa Paz
Periodista. Comité editorial de EL PERIÓDICO
Rosa Paz
Dicen que entre Pedro Sánchez y Pere Aragonès hay más sintonía personal que la que ha habido en la última década entre los presidentes del Gobierno y los ‘presidents’ de la Generalitat. Vista la escasa simpatía que se tenían quienes ocuparon esos cargos previamente, llevarse mejor no resulta difícil. Ese, que podría parecer insustancial es, sin embargo, un dato importante, porque el avance o no de la nueva etapa de diálogo que se inauguró este martes va a depender mucho de esa relación. Será esencial que entre ellos exista la suficiente franqueza como para decirse las cosas claras, para que se fíen el uno del otro y para generar, a partir de ahí, un clima de confianza entre las dos delegaciones que se sentarán en la mesa de diálogo en la tercera semana de septiembre. Tendrán que ser ellos quienes desbrocen el camino hacia ese futuro de concordia y convivencia del que habla Sánchez y que, escuchados los argumentos de Aragonès al final de la reunión, semejan ser pura utopía. Pero nadie dijo que esto fuera a ser fácil.
Desde luego no lo va a ser desbrozar el camino, porque la senda por la que tienen que transitar es una jungla política dominada por la maleza que se ha ido generando durante años de acontecimientos desafortunados y declaraciones desabridas, y por las trampas que colocan quienes están en contra de que la relación discurra por un derrotero de armonía. Ahí, los dos tienen en su propio terreno quienes tratarán de bloquear el sendero para impedir que la negociación avance: desde los tres partidos de la derecha española a los radicales de la CUP y de Junts. Pero que el ‘president’ se mantenga en sus reivindicaciones maximalistas de autodeterminación y amnistía para todos, también para aquellos que aún no han sido juzgados o a los que el Tribunal de Cuentas les pide fianzas elevadísimas, tampoco ayuda a que se vaya avanzando. Tal vez, esas propuestas deberían ser las últimas en aparecer, no las que se ponen el primer día sobre la mesa. Especialmente porque el Gobierno no tiene ninguna posibilidad de aceptarlas. La legislación española no las contempla y un cambio constitucional es implanteable con la composición actual del Parlamento y sin la concurrencia del PP.
Sánchez y Aragonès tienen en su propio terreno quienes tratarán de bloquear el sendero: desde los tres partidos de la derecha española a los radicales de la CUP y de Junts
Para buscar el modo de cerrar las heridas en Catalunya y entre Catalunya y España habría seguramente que empezar hablando de asuntos que permitan llegar a acuerdos y comenzar, así, a desinflamar la situación. La financiación autonómica, el uso de los fondos europeos para la recuperación, las infraestructuras o la pandemia pueden ser temas que permitan acercar posiciones y acabar con la situación de abierto enfrentamiento. Pero Aragonès lo dejó claro, esas cuestiones se tratarán en la comisión bilateral Estado-Generalitat y quedarán, por tanto, fuera de la mesa de diálogo. En la mesa, solo referéndum para la independencia y amnistía. Así planteado cuesta imaginar una evolución favorable.
Pero a la reunión del martes en la Moncloa, Sánchez y Aragonès llegaban ya con una parte del camino despejado. Moncloa y ERC llevan meses hablando de cómo desarrollar este proceso de negociación y la concesión de los indultos fue, sin duda, un elemento crucial para que las cosas puedan discurrir de otro modo a partir de ahora. Ese gesto del Gobierno, además, tuvo como contrapartida que el ‘president’ se dejara fotografiar con el Rey en las jornadas del Cercle d’Economia y de que después compartiera mesa con el monarca en la inauguración del Mobile World Congress. Hay que admitir que ni los líderes de la derecha ni los medios madrileños de ese mismo sector son avezados ‘palaulólogos’ y, por ello, son incapaces de interpretar los pequeños gestos con los que Aragonès, como la vieja nomenclatura soviética, va expresando los livianos, pero trascendentes, cambios. En la derecha solo ven la brocha gorda. Así que solo aprecian todavía desplantes donde hay un cambio de talante. Seguramente es lo que van a ver también de la reunión de este martes. Pero a lo mejor tiene razón la ministra portavoz, María Jesús Montero, y “hay que dejar tiempo para que los temas maduren” y se puedan encontrar “fórmulas compartidas” para resolver “una materia que lleva demasiado tiempo enquistada”. No será fácil, pero no es imposible.
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