Contexto

Lo nunca visto: mascarillas para recoger caca de perro

La imagen vista en el cruce de València-Villarroel es un resumen de estos tiempos de mierda que vivimos

Una mujer pasea por el Eixample barcelonés con un botellín de agua para mitigar la meada de su perro sobre la acera

Una mujer pasea por el Eixample barcelonés con un botellín de agua para mitigar la meada de su perro sobre la acera / Iosu de la Torre

Iosu de la Torre

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Una mujer recoge la deposición de su perro con la mascarilla quirúrgica que acaba de quitarse, camina unos pasos hasta una papelera y encesta el paquetito, mal envuelto, en una papelera cercana. La imagen inédita sirve de metáfora, resumen, de estos tiempos de mierda. Sucedió hace unos días a una hora temprana en el cruce de las calles de València y Villarroel. La mujer, menuda, en bata y chancletas, dio media vuelta, caminó unos pasos hasta ser engullida por un portal.

No hay calle en Barcelona sin alguien paseando a su mascota. Debe ser una de las herencias de la pandemia, de cuando se decía que había quien alquilaba su perro porque era una de las excusas que la autoridad permitía para salir de casa durante el confinamiento. Leyenda urbana o no, lo cierto es que la población canina ha crecido en los últimos meses significativamente. Basta mirar cómo han surgido durante el regreso a la normalidad las tiendas especializadas en animales de compañía. Inmenso negocio en un país, Catalunya, que tiene censado un millón largo de perros.

Cada vez hay más gente que tiene más de un perro en casa. Camino del colegio, de vuelta a la fábrica, puede cruzarse con gente de dos y tres perritos bailones. Y algunos más, quizá guiados por paseadores a tanto la hora. La fauna perruna puede etiquetarse sin error. La septuagenaria con dos caniches. El viudo con fox terrier. La chica con un labrador. El cachas de gimnasio tatuado con un gran danés. El matrimonio con beagle, ahora tan de moda… Por sus perros los conoceréis, pobres perros, ¿qué imaginarán del espectáculo?, ¿trotarán al ritmo del ‘Perra’ de Rigoberta Bandini? "Me gustaría ser el perro de un perro / Que fuera él quién me sacara a pasear / Si yo pudiera ser perra / Solo pido ir sin correa a pasear".

La mascarilla usada como envoltorio fecal condensa las miradas a ras de suelo, las del perro. El paisaje de los adoquines se desparrama con tapabocas usados, pisoteados, en una ensalada de hojarasca, colillas, excrementos (escasos), aderezada con variados orines que, según la raza del animal, encharcan las aceras. El trazado de los 'panots' es un riachuelo desbordado que invitan a una gincana maniaca. ¿Para qué se inventaron los alcorques?

Ríos de orines

La higiene perruna también va por barrios. Aparentemente la mayoría de los amigos del mejor amigo cumple con las normas, los llevan atados con correa y esgrimen un estuche con forma de hueso para las bolsitas. Son muy pocos los que han añadido al kit la botella de agua para disolver las meadas. Desconocen o ignoran lo corrosivo del cúmulo de orines en farolas, señales de tráfico, semáforos, persianas, baldosas. Que donde mea un can, mean otros miles. Hay ciudades cercanas a Barcelona donde se multa a quien no se responsabiliza de los orines de su chucho.

Mis disculpas a quien se sienta molesto por este artículo escatológico bajo el bochorno. Solo es una mirada, una suma de instantes con el deseo de que se hagan mejor las cosas. “Tienes que aprender a socializarte”, escuché a una mujer que le decía a su perra después de que esta ladrase sin descanso a todo el que pasaba cerca de la terraza donde desayunaban. A socializarse. Sin mascarilla (solo en exteriores) ni caca. Guau.

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