Apunte
¡Hágase la luz!
El recibo debe reflejar el precio en función de lo que se consume, pero como servicio esencial no como bien de lujo
Agustí Sala
Redactor jefe de Economía
Además de El Periódico, trabajé de 1989 a 1990 en La Economía 16, como responsable de Economía en el Diari de Barcelona, de 1989 a 1990; en la sección de Economía de TVE Catalunya de 1987 a 1989, en Antena 3 de Radio, de 1985 a 1987 y en el Diari Menorca, de 1983 a 1985 y Radio 80-Menorca. Además la licenciatura en Ciencias de la Información por la Universitat Autònoma de Barcelona (1992-1986), tengo un posgrado en dirección general (PDG) 2011-2012y un curso de Márketing Digital y Redes Sociales por la EAE Business School
Que la electricidad es un servicio esencial está fuera de toda duda. Que carece de sentido que su precio esté sujeto a los vaivenes y fluctuaciones del mercado sin apenas filtros supone una incongruencia.
Hace mucho tiempo, años, que el recibo de la luz es un galimatías que, además de ser una vía de recaudación de impuestos es un elemento oscuro, que escapa a la comprensión de la mayoría de usuarios.
En el largo historial de encarecimientos -las eléctricas dirían que también ha habido momento de precios muy reducidos-- hemos oído de todo: falta de lluvia y, por tanto, escasa producción hidroeléctrica; carencia de viento y, por tanto, reducida generación eólica... Y en la actualidad, un gas disparado y una cotización de CO2 por las nubes. Argumentos o elementos y variables para que la factura de más de 20 millones de usuarios se desboque no faltan.
En este contexto, y con unos mercados mayoristas que nos llevan a precios de récord, al Gobierno no le ha quedado más remedio que bajar el IVA, del 21% al 10% y suspender el impuesto del 7% a la generación eléctrica. Ambas son iniciativas temporales, que el Ejecutivo evaluará en diciembre si merece la pena mantener.
En definitiva, nuevos parches a la espera de que amaine el temporal y de medidas más estructurales como el recorte de unos 1.000 millones a la sobrerretribución de las nucleares e hidroeléctricas por los denominados 'windfall profits' o beneficios caídos del cielo -desde luego, el nombre lo dice todo-- y otras medidas que, por la tramitación parlamentaria, requieren meses y meses.
En todo caso, las reformas deben dirigirse más a la parte que se embolsan las eléctricas, ya que las rebajas tributarias, al final son menores ingresos y, por tanto, se convierten en menos recursos para servicios públicos para los mismos consumidores-contribuyentes. Por tanto, que de una vez por todas, hágase la luz en el recibo, o sea, que se pague por lo que se consume y con mecanismos que permitan que sea a precio de servicio esencial, no de bien de lujo.
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