Filosofía vital

El dolor negado

Podemos exponer nuestros cuerpos, nuestras adquisiciones y experiencias positivas, nuestra felicidad, pero que no se nos pase por la cabeza exponer el dolor

Byung-Chul Han, en el CCCB de Barcelona, en 2018.

Byung-Chul Han, en el CCCB de Barcelona, en 2018.

Irene Jaume

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El otro día, charlando con un amigo, me dijo: “tengo el corazón roto”. No sería extraño si no fuera porque sí que me produjo extrañeza. No solo porque a los hombres se les presupone que estas cosas no las tienen que decir, sino porque pienso en cómo la sociedad, el mundo, nuestro entorno, nos censura la exposición del dolor. Podemos exponer nuestros cuerpos, nuestras adquisiciones y experiencias positivas, nuestra felicidad, pero que no se nos pase por la cabeza exponer el dolor. No vaya a ser que incomodemos a alguien o que lleguemos a la conclusión que el dolor que sentimos no es fruto de un fracaso individual o de un defecto de fábrica, sino de unas condiciones sociales y materiales precarias y explotadoras, derivadas de un sistema inhumano.

Para pensar he hecho lo que hago siempre que quiero pensar: buscar libros. Y en mi busca, alentada por Liv Strömquist y Eva Illouz, me he adentrado en las teorías del filósofo Byung-Chul Han, que recientemente ha publicado 'La sociedad paliativa' (Herder, 2021). Han critica con mucha lucidez el actual cambio de paradigma, que nos obliga a abogar por la felicidad y la ausencia de dolor. “Todo irá bien”, “que seas feliz”, “lo único imposible en la vida es aquello que no intentas”... Frases como estas han inundado e inundan nuestros imaginarios. Pero, ¿qué pasa si todo no nos va bien, no somos felices y fracasamos en el intento? Pasa que nos deprimimos y que, en esta negación del dolor, cada vez sufrimos más por menos. Entonces entran en la ecuación la medicación y las farmacias y cuando reducimos el tratamiento del dolor a esto lo que hacemos es impedir que el dolor “se haga lenguaje”, por eso, dice Han, “en lugar de revolución lo que hay es depresión”.

Para combatirlo, creo que el filósofo acierta cuando dice que el fermento de la revolución que no estamos haciendo es, precisamente, “el dolor sentido en común”. Porque si continuamos reprimiendo y ocultando el dolor no tendremos suficiente vida para hacerle frente y porque la vida sin dolor no es una vida humana, es una vida de “muertos vivientes”. Con 'selfies' perfectos y bonitos, pero muertos en vida.