Ágora

Comunicación y vacunas

La impaciencia y el deseo de dar noticias frescas sobre el covid ha tenido el efecto de generar al final más confusión

Fernando Simón

Fernando Simón / EFE/Javier López

Llorenç Puig, Cristina Fornaguera y Míriam Díez

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Aceptémoslo: nos cuesta vivir y gestionar la incertidumbre. Nuestra manera de vivir nos ha hecho pensar que la incertidumbre es rémora de épocas anteriores y oscuras. Queremos tener las situaciones bajo control, y nos olvidamos de la condición humana, siempre precaria y sujeta a imprevistos. 

Hasta hace poco, nuestra vida en los países desarrollados parecía imparable y continuaba con su ritmo desorbitado. La llegada del covid-19 lo cambió todo: este ritmo se rompió bruscamente, y nos obligó a entrar en un mundo de incertidumbres al que no estábamos acostumbrados y que nos ha angustiado y ha generado mucho sufrimiento. 

En medio de esta época difícil, todos esperábamos que los medios de comunicación y los científicos nos hicieran llegar noticias seguras y esperanzadoras que nos sacaran de la pesadilla de la incertidumbre diaria. Pero a menudo, en lugar de ayudar, y sin quererlo, nos han dejado todavía con más dudas e inseguridad

En efecto, muchas preguntas como estas no han tenido una respuesta sencilla y rápida: ¿las vacunas serán efectivas? ¿Y seguras? ¿Y eficaces frente a todas las variantes? ¿Los efectos secundarios que han tenido, son preocupantes o no? ¿Hará falta que nos vacunemos cada año? 

Y lo que nos ha desesperado y angustiado todavía más ha sido que unos científicos decían una cosa y otras la contradecían. Pero... ¿la ciencia no es exacta? ¿No se basa en certezas? ¿Cómo es pues que nos hemos encontrado empantanados en opiniones de expertos que son contradictorias? 

Quizá hemos olvidado que la ciencia tiene un método propio que necesita de datos, de planteamiento de hipótesis, de debate a veces acalorado, de maduración y de consolidación de unas conclusiones que finalmente, con el tiempo, son aceptadas (o no) por la ‘comunidad científica’. Sí, la ciencia necesita tiempo, y siempre está sometida a la provisionalidad y a la posibilidad de ser puesta en cuestión. 

Por eso, en este tiempo en que buscábamos agarrarnos al clavo ardiente de la ‘verdad científica’ nos hemos encontrado desamparados: los medios de comunicación buscaban aportar la opinión de los expertos, cuando estos se encontraban en una fase de no tener todavía suficiente datos, o en medio de un debate abierto, sin conclusiones firmes. Se han comentado así estudios todavía no aprobados por el procedimiento de validación ordinario en las revistas científicas, o conclusiones obtenidas con demasiados pocos datos para dar un resultado claro. 

Para la población general, estas informaciones no contrastadas que salen a la luz fácilmente se convierten en verdades absolutas que, en algunos casos, se han tenido que desmentir. La primera verdad absoluta es que la ciencia no tiene una verdad absoluta

Aquí, los científicos tendrían que tener una mirada autocrítica, ya que pueden haber contribuido al problema de la desinformación por malas metodologías de transmisión de la información hacia el público no científico. Es necesario que aprendan a divulgar; a adoptar una actitud más pedagógica, para hacer llegar las ideas de forma comprensible pero indicando las incertidumbres inherentes al procedimiento científico y los límites de fiabilidad de las informaciones que den. 

Y, al mismo tiempo, conviene que los medios de comunicación no se precipiten aportante datos o informaciones todavía poco maduras, con el legítimo deseo de dar respuesta a la inquietud social y la impaciencia que todos hemos sufrido. Todos queríamos saber cuándo podríamos volver a la normalidad. Pero esta impaciencia y el deseo de dar noticias frescas ha tenido el efecto de generar al final más confusión, como hemos visto.

Los medios de comunicación hacen de altavoz del mundo científico, y esto está muy bien y los científicos lo agradecen. Pero hay que tener muy en cuenta la dinámica de la ciencia, respetar los tiempos de maduración de las conclusiones científicas y ser prudentes a la hora de presentar estudios como hechos. 

Quizá la crisis pandémica nos invita a mejorar la comprensión mutua entre científicos y periodistas para hacer un mejor servicio a las personas. Y también invita a todos a un cambio de paradigma que tiene que venir para saber gestionar y vivir las incertidumbres, cultivar la paciencia, ser capaces de adaptarnos en un medio cambiante y tener confianza en expertos, pero asumiendo que la ciencia necesita tiempo para llegar a conclusiones fiables.