Apunte

Cuidado con la euforia

Bienvenida sea una comprensible alegría, pero deberíamos procurar que la emoción por ese retorno acelerado a la normalidad no nos turbe demasiado. No podemos olvidar que el crecimiento por sí solo no solventará algunas de las fragilidades que venimos arrastrando

BARCELONA 24/04/2021  Barcelona.  Ambiente en la Barceloneta  lleno de gente playa , paseando, terrazas chiringuitos y restaurantes.        FOTO de RICARD CUGAT

BARCELONA 24/04/2021 Barcelona. Ambiente en la Barceloneta lleno de gente playa , paseando, terrazas chiringuitos y restaurantes. FOTO de RICARD CUGAT / RICARD CUGAT

Jordi Alberich

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Con el avance de la vacunación, la ansiada recuperación económica puede acelerarse de tal manera que nos encontremos ante una genuina euforia, pues son diversas y poderosas las dinámicas que apuntan en esta dirección.

Así, desde el ámbito privado y tras un año de contención, estamos ante una eclosión del consumo familiar estimulado, además, por el fácil acceso a un crédito muy barato. Por su parte, la mayoría de empresas perciben buenas perspectivas a corto plazo, lo que se traduce en una mayor inversión y su correspondiente creación de puestos de trabajo. Asimismo, la disponibilidad masiva de liquidez por parte de los inversores financieros revoluciona el mundo de las fusiones y adquisiciones, que se sitúa a niveles históricos. Y a todo ello debemos añadir el mayor escenario de gasto público que podamos recordar.

A su vez, en Catalunya se vive un aún mayor optimismo, pues el nuevo escenario que se abre tras los indultos alimenta la expectativa de, recuperada la normalidad institucional, estimular el dinamismo económico y favorecer el retorno de muchas empresas.

En este contexto, no podemos caer en la comodidad de dejarnos llevar por la pulsión maníaco depresiva de una economía en la que se suceden los episodios de desánimo y exaltación. Por ello, desde los poderes públicos y las élites empresariales se ha de evitar el alimentar unas condiciones y expectativas que conduzcan a una euforia exagerada.

Bienvenida sea una más que comprensible alegría, pero deberíamos procurar que la emoción por ese retorno acelerado a la normalidad no nos turbe demasiado. No podemos olvidar que el crecimiento por sí solo no solventará algunas de las fragilidades que venimos arrastrando, ni nos hará avanzar hacia una economía más competitiva, sostenible e inclusiva. Entusiasmados por redescubrir la vida, podemos olvidar que el número de ciudadanos desarraigados no hace más que aumentar y que su posición es, hoy, aún más frágil que antes del coronavirus. Veremos cómo conviven euforia y exclusión.

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