El futuro a corto plazo

Catalunya y la vía federal

En un futuro en el que la población catalana deba decidir sobre un nuevo encaje en España, única vía realmente transitable las próximas décadas, llegarán otras dificultades distintas a las de hoy, aunque no por ello menos importantes

Pedro Sánchez en el Cercle d’Economia

Pedro Sánchez en el Cercle d’Economia / Ferran Nadeu

Josep Oliver Alonso

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Hay optimismo en el ambiente. Y no solo por el control sanitario de la pandemia; también en el ámbito económico, y en el político a él vinculado, las señales emitidas desde el Cercle d’Economia son de un esperanzador cambio. Entre ellas, la del empresariado catalán elevando la voz y demandando la aplicación de los indultos; a ella se ha sumado el máximo dirigente de la CEOE y, aunque ha matizado su opinión, ello no resta un ápice al espaldarazo a la propuesta de Sánchez; añadan la posición de los obispos catalanes sumándose a las peticiones de distensión; o la del nuevo ‘conseller’ de Economia, Jaume Giró, afirmando que trabajará para el retorno de las empresas que abandonaron Catalunya en 2017. Algo profundo se está moviendo, aunque queda mucho terreno por desbrozar.

De las Jornades del Cercle se ha destacado poco el encuentro entre Moreno Bonilla, Núñez Feijóo, Ximo Puig y Francina Armengol, presidentes de Andalucía, Galicia, Comunidad Valenciana e Islas Baleares, respectivamente. Aragonès no estuvo presente. Y es comprensible: no es fácil la adaptación de su partido a una situación en la que la independencia para hoy se va redefiniendo como objetivo máximo, situándola en un dilatado horizonte. Salvando todas las distancias que deseen, la situación de ERC recuerda a la del PSOE de 1979. La retirada de Felipe González, al no aceptarse su propuesta de abandono del marxismo, se tradujo en un congreso extraordinario para corregir el rumbo, aceptar el socialismo democrático y facilitar su retorno a la Secretaría General. Con ello, se zanjó un histórico debate y si visualizó una vez más que las redefiniciones estratégicas de los partidos jamás son fáciles. Y dejan profundas heridas.

En un proceso similar se encuentra hoy ERC: ampliar sustancialmente su base exige gobernar Catalunya de forma continua y exquisita. Pero esa tarea de gestión impecable y de perceptible mejora del bienestar es, por definición, larga y con inciertos resultados. Ello provocará dificultades, que deben estar ya emergiendo, entre distintas posiciones en la propia ERC que se acentúan por la precaria mayoría de los republicanos en el Parlament: así lo indican los acentos de distintos portavoces sobre exactamente qué significan los indultos.

Pero, aunque todo se mueve, hay aspectos que continúan perfectamente anclados. Porque en el encuentro citado de los presidentes autonómicos se abordó una cuestión aparentemente insustancial en estos tiempos ‘posprocés’: la reforma de la financiación autonómica. Y ahí cada uno enfatizó sus preocupaciones sobre el peso que deberían tener, en un nuevo modelo, la población, el envejecimiento, la insularidad o la prestación de servicios similares. Y, por descontado, junto a la demanda de transparencia en la gestión de los cupos vasco y navarro, el énfasis en las balanzas fiscales negativas de Baleares o València.

En este orden de ideas, si nos abstraemos de las cuitas diarias, intentemos visualizar un futuro en el que la población catalana deba decidir sobre un nuevo encaje en España, la única vía realmente transitable las próximas décadas. Si este fuera el caso, llegarán otras dificultades distintas a las de hoy aunque no por ello menos importantes. Y es ahí donde la reunión en el Cercle d’Economia de los presidentes autonómicos cobra relieve, al igual que lo tienen las declaraciones del valenciano Ximo Puig, demandando que la nueva financiación autonómica no se discuta únicamente con Catalunya y que, en el caso de que los catalanes consiguieran el concierto fiscal, este debería extenderse a todas las comunidades.

La situación que se inicia ahora con los indultos es más que compleja. La que se vislumbra para los próximos años no lo será menos. Pero la que se puede intuir para un futuro ‘posprocés’, la de una España federal, en absoluto será más fácil. Difícil tesitura: a la que comience a discutirse el reparto de fondos, y de las transferencias de renta entre comunidades autónomas, el debate oculto por el ‘procés’ emergerá con fuerza. Y no será la política la que presentará mayor dificultad para avanzar. Serán los dineros.

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