El discurso de Sánchez
O están pagados o son burros
Para trabajo sucio en favor del gobierno español, el de los escasos gritones de ayer frente al Liceo
Puesto que me niego a creer que haya tantos idiotas en Catalunya, debo concluir que los abueletes que ayer estaban gritando a las puertas del Liceo, así como el pobre chaval que sacó una estelada dentro del teatro graznando no sé qué de «no hay término medio», estaban pagados por Pedro Sánchez. Si no, no se entiende. Los gobiernos, es sabido, disponen de fondos de reptiles para remunerar a quien les hace el trabajo sucio, de esto el PSOE sabe mucho. Y para trabajo sucio en favor del gobierno español, el de los escasos gritones de ayer. Solo alguien que cobra por servicios prestados, le pondría en bandeja a Sánchez equiparar a los lacistas con la derecha, por su oposición a los indultos, por estar contra el diálogo y la concordia y blablablá. «Así se las ponían a Pedro Sánchez», rezará pronto la frase hecha.
Yo estaba ahí, y en verdad les digo que es impensable que, en Catalunya, antes un pueblo admirado y algo debe de quedar de ello, puedan encontrarse unas docenas de mentecatos dispuestos a echar piedras contra su propio tejado, como los de ayer. Estaban pagados, lo que yo les diga. Uno de ellos, incluso simuló enfadarse conmigo porque le tomé una foto, en un claro intento de hacerme creer que los lacistas son gente intolerante. Naaada, aquel tipo estaba representando su papel. Además, qué coño, las pocas veces que voy a Barcelona aprovecho para hacer fotos a los especímenes curiosos, la mayoría de ocasiones los encuentro en el zoo, y alguna vez, como ayer, en libertad. Si Pedro Sánchez hubiese visto a aquel tipo, le habría felicitado, quizás incluso le habría pagado un plus; así de bien lo hacía.
Años atrás, solía acusarse al PSOE de llevar gente a los mítines a cambio de un bocadillo de chorizo. Eran otros tiempos, hoy los figurantes quieren dinero en efectivo, por lo menos yo no vi ningún bocata entre los que estaban ayer a las puertas del Liceo, o quizás se lo habían comido antes. Incluso los disfraces eran exagerados, de ser yo independentista, intentaría vestir sin que a los turistas les diera la risa, que estábamos en la Rambla y algunos parecían esculturas humanas. En fin, detalles que, sumados, se ve que tienen como objetivo ridiculizar al lacismo.
Están pagados. Ha de ser eso. La otra opción -el solo hecho de pensarlo provoca temblores- es que los lacistas van contra ellos mismos porque sí, por amor al arte, porque lo llevan haciendo toda la vida, porque son burros.
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