Polémica en las redes

Niños que leen la Ilíada

Este fin de semana rebrotó una polémica de hace 11 años, a partir de unas declaraciones de Arturo Pérez Reverte sobre la literatura infantil y juvenil

Món Llibre, feria del libro infantil y juvenil en el CCCB.

Món Llibre, feria del libro infantil y juvenil en el CCCB. / Jordi Cotrina

Care Santos

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A veces se arman en Twitter revuelos curiosos. Suele pasar que cualquiera opina de cualquier cosa, siempre en caliente y siempre con mucha contundencia. Y puede pasar, como de hecho ha ocurrido este fin de semana, que nos lleguen polémicas recicladas, rehidratadas o regurgitadas que nacieron hace más de una década —cuando aún no manejábamos Twitter—, que conservan intacta su capacidad de provocarnos y que, además, parecen nuevas.

Déjenme que les cuente. Cierto periódico ha decidido relanzar una colección de libros infantiles publicada hace más de dos lustros. La colección estaba y está dirigida por Arturo Pérez Reverte, quien escribió también su primer título, una historia que narra desde los ojos de un niño la batalla de las Termópilas. En su día, Pérez Reverte hizo unas declaraciones, muy en su estilo, diciendo que los niños de hoy (de hace 11 años) ya no leen (como él hizo) la Ilíada o la Biblia y que por eso había ideado su cuento y, por ende, también la colección. Los niños de hoy, vino a decir, se merecían lo mejor. Y acto seguido se despachó con unas declaraciones muy poco afortunadas (recuerden, es Pérez Reverte) donde menospreciaba lo que leen los niños y a los autores que les sirven historias sin trascendencia ni jugo (siempre según él).

Hubo entonces muchas voces que en nombre de su amor por la literatura infantil (y juvenil) salieron en defensa de los profesionales del sector (no solo autores, también buenos editores, estupendos ilustradores, imprescindibles intermediarios…). De eso hace 11 años, pero este fin de semana volvió a ocurrir. Alguien colgó de nuevo las declaraciones del papá de Alatriste y se reavivó la ofensa. Tras ella, surgió otra vez la defensa apasionada. El querido Martín Piñol, en caliente, pero con inteligencia, abrió un hilo en Twiter reivindicando los libros para niños y a los profesionales que los hacen posibles. Y ya fue un no parar. Por la tarde el hashtag #masqueperezreverte era tendencia. Lo cual evidencia que el sector tiene —y con razón— la sensibilidad a flor de piel. No va a consentir más menosprecios, más ninguneos, y menos aún de supuestos salvadores de las letras. Pero hay algo muy bueno en todo este lío: en respuesta a las declaraciones viejas, todo el mundo se lanzó el domingo a reivindicar con entusiasmo los libros que marcaron su infancia. Fue como una gran celebración de un patrimonio personal insustituible: los libros que nos han hecho quienes somos. Esos libros que siempre llegan durante la infancia y la adolescencia, una época en que son igual de buenos la Ilíada y El pirata garrapata.

No basta con hacer libros: lo más importante es hacer lectores.  Así que twitteros: calma. Tenemos una literatura infantil variada y de calidad, donde caben incluso los novatos con renombre. Centrémonos en lo importante 

En realidad, lo que ha ocurrido es magnífico. Que cada cual reedite —y trate de vender— lo que quiera. Están en su derecho. Por supuesto, también todos los autores lo estamos de escribir lo que nos plazca. Las colecciones, además, son irregulares por naturaleza. Qué más da si algunos libros no merecen el papel que se ha gastado en ellos. Dejemos que los autores de relumbrón intenten escribir para niños. Eso solo evidenciará lo difícil que es hacerlo bien, por mucho nombre que tengas. Leamos lo que escriban, juzguémoslo, porque escribir siempre es someterse al juicio ajeno. Loemos a los humildes que, como la premio Nobel polaca Wislawa Szymborska, son capaces de escribir: «Es más difícil escribir para jóvenes que el Ulyses de Joyce».

Que la literatura infantil y juvenil goza de buena salud lo demuestra que todos quieran apuntarse al carro, algo impensable hace solo unos años. Pero aunque todos quieran subir, no todos saben —ni deben— quedarse. Y un último apunte. Los niños de hoy sí leen la Ilíada y la Biblia. Por miles, cada año, en versiones especialmente concebidas para ellos, como las magníficas de la profesora Rosa Navarro Duran, quien además ya hace tiempo que emprendió una interesante labor divulgativa de los clásicos entre el alumnado de primaria. Porque en esto de la literatura infantil y juvenil, y lo saben todas las partes implicadas, no basta con hacer libros: lo más importante es hacer lectores. 

Así que twitteros: calma. Martín Piñol: no te sulfures, no pasa nada tan grave. Tenemos una literatura infantil variada y de calidad, donde caben incluso los novatos con renombre. Centrémonos en lo importante. 

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