La nota

Misa por la concordia

Pedro Sánchez defiende en el Liceu que los indultos serán útiles para superar el conflicto y “poder empezar de nuevo”

Pedro Sánchez pronuncia su conferencia en el Liceu, en Barcelona

Pedro Sánchez pronuncia su conferencia en el Liceu, en Barcelona / AFP / LLUIS GENÉ

Joan Tapia

Por qué confiar en El PeriódicoPor qué confiar en El Periódico Por qué confiar en El Periódico

En las dos últimas semanas Pedro Sánchez ha visitado tres veces Barcelona. Y las tres para intentar superar los muros de desafección del conflicto catalán que se erigieron desde 2006, con la aprobación del Estatut y el posterior recurso de inconstitucionalidad; 2010, con la sentencia del Tribunal Constitucional, y principalmente, 2017 con la declaración unilateral de independencia y la contundente respuesta de los tribunales del Estado.

Ayer, finalmente, el presidente español, en el marco histórico del Liceu barcelonés, quiso oficiar una misa solemne a favor del diálogo y la concordia.

El conflicto ha dañado gravemente la normalidad catalana –grandes empresas que trasladaron su sede social fuera de Catalunya y gobernantes electos condenados por sedición– y el funcionamiento de la democracia española. Incluso la formación de gobiernos con mayorías estables y suficientes. Ayer Sánchez hizo una clara propuesta de distensión con el anuncio oficial del inmediato indulto a los nueve políticos catalanes condenados por el Supremo. También como mensaje a sus miles de seguidores que –dijo– no van a renunciar a sus ideales de independencia, pero que espera que los defiendan en el marco de la ley y la Constitución. Al final de su discurso concluyó: “No podemos empezar de cero, pero podemos empezar de nuevo”.

Sánchez reconoció, de entrada, que “estamos ante la suma incalculable de los errores de todos, ante una realidad que no queremos ninguno, pero que hemos hecho entre todos. Y estamos donde estamos, con poco en nuestro haber y mucho en nuestro debe”. Para el presidente ahora no se trata de enmendar a la justicia, que ya dictó su sentencia, sino de superar la situación, a través de la política, con la aplicación de unos indultos que son constitucionales. Admitió que hay gente que, legítimamente, no los cree convenientes, pero que sin duda son legales, y que en el Gobierno “deben pesar más las expectativas de futuro que los agravios del pasado”.

Para el presidente, la utilidad social es su razón fundamental, pues deberían permitir un paso adelante de la democracia con el reencuentro entre catalanes y entre catalanes y españoles. E incluso argumentó la conveniencia de los indultos en el espíritu de diálogo y concordia de la Constitución que permitió la superación de la guerra civil y el reencuentro de los españoles. El espíritu de concordia es la premisa de la Constitución del 78 y debería seguir tan vigente como su texto.

Como Sánchez dijo ayer, la confrontación no ha servido para resolver ningún problema, tan solo los ha hecho más numerosos y más agudos. La apuesta por los indultos es pues valiente e inteligente y tiene el apoyo de amplios sectores de la sociedad catalana y española.

Pero es una operación delicada que exigirá mucha didáctica y el esfuerzo, todo lo coordinado posible, del Gobierno y de las fuerzas que los apoyan. Porque la realidad es que también encuentran incomprensión e incluso hostilidad. Ha habido manifestaciones contrarias en Madrid y ayer otra –muy minoritaria– en Catalunya, ante las mismas puertas del Liceu. Y descalificaciones desde posiciones curiosamente muy antagónicas. Ayer, por ejemplo, del líder del PP, Pablo Casado, y desde Bruselas del 'expresident' de la Generalitat, Carles Puigdemont.

Los indultos son un primer paso necesario y conveniente, pero para lograr su noble fin –la plena normalización en Catalunya y en España– deberán ser seguidos de más pasos concretos. El árbol de la concordia debe ser robusto y dar frutos.

Suscríbete para seguir leyendo