Conocidos y saludados

La alargada sombra del viento

Este sábado hará un año que falleció Carlos Ruiz Zafón. Sus lectores piden que Barcelona disponga de un cementerio de libros olvidados. Un epitafio digno del creativo de publicidad que había sido este gran contador de historias

Carlos Ruiz Zafón.

Carlos Ruiz Zafón. / periodico

Josep Cuní

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Todos nos sabemos su inicio. Incluso aquellos que no han leído el 'Quijote'. Pero de sus cuitas, de los molinos de viento, de las frases de sus protagonistas que enriquecen los refranes populares, de todo esto hemos bebido todos aunque sea en fuente ajena. 

Luego están los principios de otras obras que nos han marcado a fuego. “Todas las familias felices se parecen las unas a las otras, pero cada familia infeliz lo es a su manera” de la 'Anna Karenina' de Tolstói como le gusta citar a Laura Borràs. Son opciones personales e intransferibles que tienen que ver con el momento de la inmersión en la lectura o con el impacto que puede acabar provocando un arranque tan contundente como la pregunta que formula Vargas Llosa estrenando su 'Conversación en La Catedral': “¿En qué momento se había jodido el Perú?”. Y su adaptación a cualquier país o circunstancia ha acabado ilustrando muchas de las crónicas políticas de los últimos tiempos. Aplicándolo al contencioso Catalunya-España, sin ir más lejos.

Algunos escritores admiten que saben que se juegan la novela en la primera sentencia. Por eso el pánico a la hoja en blanco hasta encontrarla. Otros, en cambio, buscan el final contundente para dejar un regusto especial que remate el impacto de lo leído. Dice Fernando Aramburu que el de 'El coronel no tiene quien le escriba', de García Márquez, le inspiró a la hora de concluir 'Patria'. Por no hablar de las frases redondas que provocan libros de aforismos o listados de citas de autores tan utilizadas como ignorados.

“Todavía recuerdo aquel amanecer en que mi padre me llevó por primera vez a visitar el Cementerio de los Libros Olvidados”. Así empezaba a discurrir 'La sombra del viento'. Y fue así como su creador se convirtió en el escritor español más leído en todo el mundo después de Cervantes. Un elogio que puede convertirse en losa si uno no tiene los pies en el suelo. 

Este sábado hará un año que Carlos Ruiz Zafón (Barcelona, 25 de septiembre de 1964-Los Ángeles, 19 de junio de 2020) dejaba huérfanos a millones de lectores. Tras una larga y dolorosa lucha contra el cáncer que intentó llevar con tanto humor y entereza como discreción y esperanza, se despedía de la “América caliguliana” de Trump, como definía cabreado al país que tan bien le acogió a mediados de los 90, sin acariciar el horizonte de cambio que llegaría dos meses después. Hollywood había sido el reclamo y su talento le abrió muchas más puertas y contactos de los que podamos imaginar. Pero el alarde que hacía de ello era tan escueto como la respuesta que le dio a Steven Spielberg cuando le propuso llevar al cine la que había sido su primera novela para adultos: ¡No!

El mundo le aclamaba la obra que el jurado de uno de los premios literarios de este país no consideró digna. La editorial, no obstante, la tuvo en cuenta por la insistencia de Terenci Moix y fue el boca-oreja el que le catapultó. Lo convirtió en tetralogía, le puso banda sonora demostrando que su talento iba mucho más allá del universo de las letras y pasó a encontrar ejemplares en las lenguas más dispares en los aeropuertos más distantes. 

Sus lectores, que le añoran, le piden hoy a Ada Colau que Barcelona disponga de un cementerio de libros olvidados. Un epitafio digno del creativo de publicidad que había sido en una vida anterior este gran contador de historias.

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