Apunte

Sánchez exagera a Ayuso

El día en que las calderas de La Moncloa dejaron filtrar los vapores de una remodelación ministerial, quedó claro que el presidente del Gobierno estaba exagerando a Ayuso

Isabel Díaz Ayuso y Pedro Sánchez

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Matías Vallés

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Díaz Ayuso no se impone por su liberalismo o ultraderechismo, aunque atesora desde luego ambas cualidades. La reina de Madrid triunfa por llevar la contraria, por última vez al reclamar ante la Audiencia Nacional el derecho de Madrid a transformarse en Sodoma y tal vez Gomorra. La naturalidad de la primera dama de la política española, al afrontar escenarios que sonrojarían a personas con sentido del ridículo, es imbatible. Pese a ello, se cumple el primer mes de sobreactuación del Gobierno, bajo la pretensión de contrarrestar a la dinamitera de la política nacional.

Se necesita mucha convicción para mantener que Sánchez duerme mejor sin Iglesias. O sea, sin Podemos. El insomnio deja un exceso de tiempo libre, que en personas acostumbradas a una actividad febril cursa con la invención de estrategias distorsionadas por la falta de sueño. El día en que las calderas de La Moncloa dejaron filtrar los vapores de una remodelación ministerial, quedó claro que el presidente del Gobierno estaba exagerando a Ayuso. No importa que sus objetivos sean muy distintos, su hiperactividad se interpreta como el fruto de la llegada de una nueva estrella a la ciudad.

 Sobrepujar a Ayuso es más grave que minimizar su impacto. La política más votada ahora mismo en España funciona como una granada de fragmentación, de consecuencias tan inevitables como imprevisibles. Su éxito es un valioso termómetro del descontento con el Gobierno, pero no será anulado combatiendo en su terreno. La desproporción en el respeto que inspira una figura pública no siempre reposa en la adoración de sus adeptos. A menudo, la sobrevaloración procede de sus enemigos, que no reparan en que facilitan la entrada del caballo de Troya. Para mantenerse, el líder socialista ha de gobernar como si su principal adversaria fuera solo la presidenta de una comunidad autónoma uniprovincial. Ahí radica el secreto consenso entre Sánchez y Casado, a falta de saber si su empeño conjunto neutralizará a la mujer que les lleva la contraria.

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