Opinión | Editorial

El Periódico

Transparencia, no conspiranoia

La exigencia de información a China sobre el origen del covid-19 tiene claros motivos políticos, pero la opacidad del régimen justifica que las dudas se mantengan

Los expertos de la OMS llegan al Instituto de Virología de Wuhan, el pasado febrero.

Los expertos de la OMS llegan al Instituto de Virología de Wuhan, el pasado febrero. / THOMAS PETER

El presidente de Estados Unidos, George Biden, inició este jueves una gira europea en la que, de cumbre en cumbre (encuentros con el Reino Unido, la Unión Europea, reuniones del G-7 y la OTAN), tiene como propósito restañar las relaciones con los tradicionales aliados emponzoñadas durante el mandato de Donald Trump. En un artículo en el que marcaba la hoja de ruta de esta ofensiva diplomática, Biden fijaba como el objetivo a conseguir «asegurar que las democracias de mercado, no China o nadie más, escriban las reglas del siglo XXI del comercio y la tecnología». Un mensaje que podrá plantear cara a cara a Vladimir Putin en la entrevista que mantendrán los dos presidentes en Ginebra la semana próxima y que llegará a China, objetivo prioritario del reposicionamiento de Estados Unidos en la escena internacional, en forma de reproche a cuenta de la opacidad del régimen de Xi Jinping con el covid-19.

La decisión del presidente de EEUU de reclamar a sus servicios de inteligencia una reevaluación, en el plazo de 90 días, sobre el origen del virus está siendo secundada por la Unión Europea, que ha incluido esta exigencia en el borrador de declaración conjunta que se debe emitir tras la cita del próximo martes.

El anterior presidente de Estados Unidos, Donald Trump, ya había señalado, con intenciones no menos claras, a China como culpable de la pandemia. Aunque hay una sensible diferencia entre sus acusaciones sin fundamento -que incluían insinuaciones sobre que el virus hubiese sido una creación de laboratorio e incluso de que su diseminación pudiera ser intencionada- y las dudas razonables sobre si China ocultó una posible fuga de un virus de origen animal desde uno de sus laboratorios.

Entre los señalados por Trump figuraba, como supuesta encubridora, la Organización Mundial de la Salud, en una maniobra más para dinamitar cualquier ámbito de colaboración multilateral y liberar a Estados Unidos de sus compromisos humanitarios internacionales. La Administración Biden apunta a la OMS, que no ha encontrado ningún motivo para señalar que el virus se escapara de un laboratorio pero tampoco ha podido llegar a conclusiones definitivas ante el limitado acceso que China le ofreció, como potencial víctima de la opacidad del régimen de Xi Jinping.

Existe un consenso extendido en la comunidad científica de que un virus presente en animales silvestres desarrolló la capacidad de saltar a humanos y desencadenar en ellos la enfermedad del covid-19. Que este paso se produjese directamente en un mercado de Wuhan, desde el que se diseminó la enfermedad globalmente, o que, identificado el virus, aislado y estudiado en el laboratorio de esta ciudad, errores humanos provocasen el contagio, entra dentro de lo razonable sin necesidad de caer en teorías conspiranoicas. Teorías que no deberían verse realimentadas por la exigencia de transparencia sobre el Gobierno chino.

Las dinámicas de ocultación, evasión de responsabilidades y control informativo que actúan en un régimen de partido único y no sujeto a controles democráticos ya han estado en otras ocasiones detrás de errores catastróficos. La única solución para esclarecer sin lugar a dudas el origen de la pandemia -y lo que es más importante, para procurar que no se vuelva a repetir en los mismos términos- solo puede venir de una transparencia que China, hasta ahora, no ha garantizado de forma incondicional y convincente.