Cambios de opinión
Pilar y Oriol aprenden cosas
Junqueras ha tenido que tirarse cuatro años en prisión y -sobre todo- ver el indulto a la vuelta de la esquina para darse cuenta de que la vía unilateral fue un error
Las niñas de Arran, porque en Arran son todas niñas aunque calcen pelo en pecho, han pintado en la fachada de casa Rahola, y la dueña se lo ha tomado a mal. O a bien, ya que se ha dado cuenta de que eso es fascismo. Gracias a las pintadas que tan cerca la pillan, la eximia opinadora -sobre Rociito, pero opinadora- ha entendido que, aunque uno se califique a sí mismo de revolucionario, es un fascista si se comporta como tal, es decir, si señala e intimida a quien piensa distinto. Ha tardado la Rahola. Curiosamente, hasta que no le ha tocado a ella, no ha aprendido cosa tan sencilla, por lo menos yo no le recuerdo tantos aspavientos ni declaraciones indignadas, cuando hubo pintadas y se cortaron árboles en casa de Albert Boadella, cuando hubo pintadas en las sedes de partidos políticos no lacistas o en medios de comunicación desafectos al régimen, ni cuando se impidieron por la fuerza actos políticos de los que a ella no le gustan, o incluso actos académicos en la universidad. En aquel entonces, Pilar Rahola callaba y otorgaba. Bienvenidas sean las pintadas en su casa, si así ha aprendido algo sobre democracia y libertad.
Nada como comprobar las cosas en propia piel, para percibirlas con claridad. Vean a Junqueras, que ha tenido que tirarse cuatro años en prisión y -sobre todo- ver el indulto a la vuelta de la esquina, para darse cuenta de que la vía unilateral fue un error y de que lo que hicieron, además de ser ilegal, tenía a gran parte de los catalanes en contra. Desde 'El Lute', que aprovechó la estancia en la cárcel para licenciarse en Derecho, no se veía transformación tan extraordinaria en un recluso: entró un león en la prisión, y saldrá un minino de angora, presto a frotarse el lomo, ronroneando, contra las piernas de Pedro Sánchez. Bienvenida sea también la prisión, si sirve para un buen fin.
Si Junqueras no hubiera perdido cuatro años de vida entre rejas, probablemente seguiría aún equivocado. La vida son 80 años útiles, y eso tirando largo. Pasarte un 5% de estos en la cárcel, para no conseguir ab-so-lu-ta-men-te nada, ayuda a dejar de tenerse a uno mismo en alto aprecio. Ignoro en qué día exacto Junqueras dejó de mirarse de buena mañana al espejo de su celda diciéndose a sí mismo «eres un héroe», y empezó a repetirse «eres gilipollas». Hará ya algunos años. Tal vez desde que vio la vida que se pega en su exilio el Marqués de Waterloo.
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