Balance de la gestión

Propósitos de enmienda

Hay que exigir aquí comisiones parlamentarias que evalúen la situación sanitaria antes, durante y, así lo espero, tras la pandemia

Vacunación contra el covid con la vacuna de AstraZeneca en el CAP Casernes

Vacunación contra el covid con la vacuna de AstraZeneca en el CAP Casernes / Ferran Nadeu

Josep Oliver Alonso

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Cerca del 30% de la población con una dosis de la vacuna, y alrededor del 15% con las dos; espectacular caída de las defunciones; reducción de las infecciones y disminución de hospitalizaciones. El avance ha sido espectacular. Y parece que la vacunación alcanzará, pese a algunos escépticos entre los que me contaba, el 70% deseado, aunque unas semanas más tarde de las pronosticadas. Además, el balance del año escolar es más que satisfactorio: hay que felicitar a las autoridades, sanitarias y educativas, de las distintas CCAA que decidieron mantener el curso presencial porque acertaron de pleno. 

Felicidades, pues, a todas las administraciones centrales y autonómicas: las primeras, por conseguir un volumen de vacunas adecuado; y las segundas, por diseñar sistemas para distribuirlas en tiempo y forma y por su más que rotundo éxito en el desarrollo del curso escolar. No obstante, estos éxitos no pueden ocultar algunos errores de bulto y el que, además, hay aspectos muy relevantes por abordar. Vayamos por partes.

Primero, la insólita imagen que dio España autorizando la llegada de turistas británicos sin condición. Dada la extensión de la mutación india, Alemania les cerró sus fronteras exigiendo cuarentena mientras Francia demandaba una PCR para permitirles la entrada. Aquí no. Aquí, sometidos al imperio de los intereses turísticos, les dejábamos entrar sin restricción, hasta que hace unos días la Comisión nos estiró las orejas destacando la incongruencia de demandar medidas precautorias para unos y no para otros. Finalmente, el pasado fin de semana esta incongruencia se solucionó. Pero el mal ya estaba hecho: quizás se pensaba que Gran Bretaña, en contrapartida, nos situaría en la lista de países sin problemas. Lastimosamente no ha sido así y no será hasta el próximo 21 de junio cuando sabremos si España mejora la calificación frente a los turistas británicos. En suma, este junio veraniego se ha hundido en la miseria: nuestro principal mercado emisor de visitantes, el de la Gran Bretaña, estará ausente.

Segundo, la negativa señal que estamos emitiendo con la permisividad frente el descontrol de los fines de semana. Se entiende que los Gobiernos, y más aquellos más próximos al ciudadano, han comprado acríticamente la tesis que han sido los jóvenes los que peor lo han pasado. Y, adoptándola, no tienen ni autoridad ni moral suficiente para controlar la situación. Pero esta imagen desoladora que proyecta tiene sus costes, y el del turismo que se espanta de tanta falta de control es uno de los más relevantes. 

Tercero, las trampas al solitario que se hacen nuestras autoridades. Me refiero al éxtasis que muestran algunos informadores cuando destacan la caída de la incidencia, desde los 700 casos por 100.000 habitantes en 14 días de hace unos meses a los actuales, por debajo de los 150. ¿Quién no sacaría pecho? Lástima que nos autoengañemos. Porque en el denominador de este cociente hay trampa: los susceptibles de infectarse no son todos, sino solo aquellos que no están vacunados. Si de la población se descontara la vacunada, el índice de incidencia sería sensiblemente más alto.

Finalmente, deberes pendientes y propósitos de enmienda. Hace un año, creo recordar que en una sesión de control parlamentario, el presidente Sánchez advirtió a la oposición que, una vez superada la crisis, habría que efectuar un balance de la situación en la que se encontraba la sanidad pública cuando el covid nos impactó. Era la respuesta a las inmisericordes críticas que le lanzaban ante el evidente descontrol de la situación en aquellas semanas aciagas de marzo y abril de 2020. Pero, hasta ahora, ni desde el gobierno de Madrid ni desde el de la Generalitat o el de otras CCAA, hemos escuchado ninguna propuesta en este sentido. Ahí hay que reconocer que los británicos, con su investigación parlamentaria en la que han comenzado a aparecer trapos bastante sucios sobre la incompetencia del Gobierno de Johnson, han dado una lección de modos más que notable. Para no tropezar con la misma piedra, hay que exigir también aquí comisiones parlamentarias, en Madrid o en Barcelona, que evalúen la situación sanitaria antes, durante y, así lo espero, tras la pandemia. Honestamente creo que los gobiernos nos lo deben: por los errores cometidos, por lo que hemos aguantado y por lo que nos espera. Pero, ya saben, por estos lares no somos muy dados a la exigencia de cumplimento de compromisos públicos. Pero, por una vez, y dada la magnitud de la tragedia, precisamos luz y taquígrafos.

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