Vida rural
Migas de verdad
Si queremos que la gente vuelva a llenar esa España vaciada hay que invertir recursos para ello y ser realistas
Valeria Milara
Periodista
Valeria Milara
El otro día mi madre hizo migas. Con sus torreznos, su guindilla, su sardina embarrilada y con miel. ¡La que se forma siempre que lo cuento! Que menuda exquisitez, que eso es un plato de lujo... Pues no. Es una comida humilde. Un plato que comían los pastores para llenar el estómago y tupirlo de grasa y así no arrecirse mientras guardaban las borregas. Así las comía mi abuelo y también mi padre. Sin tantos aderezos porque cuando él era un crío no había para tanto. Me pasa lo mismo con los huevos estrellados, que son las patatas al montón de toda la vida. Cuento esto porque en algunos restaurantes nos ofrecen estos platos como si fueran manjares exóticos, pijos y exclusivos. Cuando ha sido la gastronomía de los que tuvieron que dejar el mundo rural y hacinarse en las grandes ciudades. Agosto era ese mes soñado, cuando cerraban las fábricas. Se 'plegaba' un viernes y la misma madrugada del sábado salíamos, para evitar el calor y llegar a la hora de comer a casa de mi abuela que nos esperaba con un ajoblanco fresquito. Lo había hecho para sus hijos queridos, esos que se fueron porque en su tierra no había futuro. Yo he vivido lo mejor de ese lugar, unos veranos únicos.
Ahora sé que he sido rica. En aquellos momentos los que pasábamos el verano en el pueblo éramos los pobres, porque los adinerados se iban a la playa, a los hoteles. Ahora veo que el mundo rural está idealizado. Algunos por ignorancia lo ven como algo moderno y guay. Otros porque no han vivido su dureza, ya que son dueños de fincas donde viven de organizar fiestas y eventos y de la aspereza del campo saben poco. Desde fuera se ve idílico. Desde su gastronomía hasta sus utensilios, como esos platos desconchados que llaman 'vintage'. O esos cántaros que mi madre sostenía en el cuadril y que pesaban más de una arroba. La palabra 'arroba', que es una unidad de peso, es un vocablo que ya existía. No hemos descubierto nada. Solo que ahora las fotos son más bonitas y más bucólicas gracias a unos filtros que maquillan la rudeza de la tierra. Si queremos que la gente vuelva a llenar esa España vaciada hay que invertir recursos para ello y ser realistas. No quiero ver la tierra que tanto quiero como un lugar exótico donde ahora se casan y se hacen fotos los que tienen dinero. Porque la riqueza es otra cosa.
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