Covid

Adiós, mascarilla

Me encanta imaginar el día en que te lanzaré a la basura y saldré a la calle sin ti. No te echaré de menos

Gente con mascarillas en una estación de metro de Barcelona

Gente con mascarillas en una estación de metro de Barcelona / MANU MITRU

Care Santos

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Odiada (y amada) mascarilla:

Parece que nuestra relación tiene los días contados. Aún no sé cuántos, y sospecho que serán más de los que deseo, pero me encanta imaginar el día en que te lanzaré a la basura y saldré a la calle sin ti. No te echaré de menos. Todo lo contrario. Estoy deseando dejarte atrás cada vez que haga planes. Deseando olvidarte. Aunque quizá sea más prudente, por ahora, guardarte en un cajón y cruzar los dedos.

Han sido meses de intensa relación. Me acostumbraste a lo inaudito. Me libraste, o eso dicen, de la gripe del invierno. Creaste una moda nueva con la que no contaba. Lo mío ha sido la sobriedad del negro, pero me ha gustado ver a los coquetos que aprendieron a conjuntar la mascarilla con la ropa, a los combativos que se apuntaron a la mascarilla con mensaje o a los que se estrujaron las ideas hasta que dieron con las mascarillas transparentes, necesarias. A veces los humanos hacemos cosas magníficas. Aunque a veces nos falta garbo: cuántas mascarillas caídas, fláccidas, arrugadas, mal llevadas hemos tenido que aguantar.

También te has vuelto un desecho omnipresente, incontrolable (qué marranos, algunos). Hay mascarillas en el fondo del océano, en el césped de los parques, en las aceras de todas las ciudades, en las playas del mundo entero y estoy segura de que las hay también en la cima del Everest y en el desierto de Atacama. Nada humano ha sido jamás controlable. En mi casa ocurre lo mismo: por más que he tratado de establecer un orden, allá donde miro te veo, cóncava o convexa, mascarilla abandonada. Pregunto a mis hijos y nunca eres de nadie. Con el fin de tu reinado, tal vez me libre también de este desbarajuste.

Desterrarte, lo sé, no será tan fácil. Habrá que desterrar también el miedo, la aprensión y las manías. Poner empeño en el olvido. Puede que hasta te eche de menos. Que recurra de nuevo a ti, en ocasiones, tal vez cuando vuelva el frío o cuando ataque la gripe. Puede que lo nuestro no se haya acabado. Que no sea un adiós, sino solo un hasta luego.