Opinión | Editorial

El Periódico

Nueva ciudad, nuevas terrazas

Los nuevos diseños dejarán atrás una solución provisional de urgencia por otra más estética y que se acomode mejor al espacio urbano

Plataforma para las terrazas en calzada de Escofet, en Tamarit, 111, donde está el restaurante Vinòdrom.

Plataforma para las terrazas en calzada de Escofet, en Tamarit, 111, donde está el restaurante Vinòdrom. / Ferran Nadeu

Hace un año, después del confinamiento más severo, se sucedieron diversas acciones del Ayuntamiento de Barcelona para regular el tráfico desde el concepto de pacificación, es decir, con más espacio para transeúntes y bicicletas, y con la idea de reestructurar las calzadas para dar paso a una ampliación de la superficie de las terrazas, en el intento de dar vida al sector de la restauración, que no podía abrir los interiores de los locales y que necesitaba del espacio público como balón de oxígeno. La combinación de las dos propuestas se conjuraba bajo el lema del llamado "urbanismo táctico" que, en esencia, derivaba en actuaciones inmediatas, provisionales y revisables, como así ha sucedido con la nueva formulación estética de las terrazas que la alcaldesa Ada Colau presentó ayer.

El paisaje urbano de Barcelona se ha llenado de pintura llamativa (amarillo chillón), de bloques de hormigón, bolardos y barreras New Jersey, y ha generado una polémica ciudadana por su fealdad y por las críticas a la peligrosidad de estos elementos para el ciudadano. Al mismo tiempo, sin embargo, se han podido sumar 30.000 metros cuadrados de paseo peatonal y 29 kilómetros para el ciclista, y se han otorgado 3.500 ampliaciones de licencias con casi 10.000 mesas nuevas, según el sector.

La provisionalidad, pues, puede contemplarse desde dos perspectivas. Como una tabla de salvación en épocas de crisis y como solución precaria que exige, para adecentar la ciudad, un replanteamiento. En esta línea debe enmarcarse el anuncio del nuevo diseño, que ha sido realizado acorde con el Gremio de Restauración. El hecho de que bares y restaurantes deban costear la intervención, sin embargo, puede suponer un gasto inoportuno para muchos negocios. El Ayuntamiento ha anunciado dos millones de euros en subvenciones, si bien esta cantidad puede ser insuficiente, si la ayuda que reciba el solicitante queda lejos del coste total que tenga que asumir, o si no llega a todos los que la demandan. El nuevo modelo no debe ser visto como una imposición, sino como una mejora en tiempos de recuperación.

Actualmente, los cuatro prototipos de diseño están instalados en 11 locales, donde un equipo de técnicos evaluará si se aprueba su homologación. El objetivo es que antes de junio del próximo año los 1.588 veladores que sumó la ciudad ganando espacio a las aceras hayan suprimido los elementos de hormigón por alguno de los diseños que se presentaron ayer, aunque los restauradores pueden ensayar otros diseños por su cuenta, lo que evitaría cierta sensación de uniformidad.

La voluntad es que el nuevo diseño –que ganará espacio a la calzada y no a la acera– sea permanente y se acomode con más respeto al escenario urbano. Algo que Barcelona necesita no solo desde el punto de vista urbanístico sino también psicológico. Además, ayudará en la lucha contra la contaminación. Abrir una nueva etapa de normalidad significa también repensar la ciudad con criterios que tengan en cuenta la armonía con el entorno.

Quedó por concretar qué ocurrirá con las 2.100 terrazas ganadas o ampliadas en la acera. Se estudiarán caso por caso. Antes de la pandemia, el Ayuntamiento mostraba un firme rechazo a la ocupación del espacio público de los peatones por parte de bares y restaurantes. Una postura que las circunstancias actuales obligan a suavizar. El apoyo que el equipo de Colau ha explicitado a la restauración debería hacer posible una solución acordada, también para estos casos.