Feminismo

La brecha

El mundo se sigue contando con sesgos que nos desprotegen

2013 Marcha de mujeres por el aborto libre y gratuito en Barcelona.

2013 Marcha de mujeres por el aborto libre y gratuito en Barcelona.

Jenn Díaz

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Las mujeres, nuestros cuerpos y nuestros derechos hemos vivido históricamente en la sombra. Esto quiere decir que hemos sido ciudadanas de segunda, que no se nos ha tenido en cuenta para construir las sociedades, que quizás estas sociedades han construido contra nuestros intereses, que hemos sido condenadas a la alteridad, que no hemos podido condicionar la esfera pública y que hemos tenido que aceptar la privada como espacio inequívocamente propio y exclusivo. Esto quiere decir que justo ahora, en el siglo XXI, empezamos a normalizar nuestra existencia. Esto también significa que perturbamos contracorriente la inercia social y intentamos acomodar nuestras reclamaciones.

El aborto, que hace más de treinta años que está despenalizado, todavía no es un derecho universal en nuestro país. Siempre hay un resquicio por donde se nos vulneran derechos y nos hacen retroceder o, al menos, ralentizar el progreso: una rendija pequeña o grande, normalizada, que cuesta identificar. Esta brecha a veces tiene forma de objeción de conciencia. Otros, de desprestigio de la práctica. Otros, basada en la moralidad del entorno. Otros, de malas prácticas por la falta de perspectiva de género o de formación. Otros, de desinformación. Otros, de inequidad territorial. Otros, de miedo.

Sobre esta brecha -avalada por un sistema que nos es completamente hostil- están las vivencias de miles y miles de mujeres a lo largo de la historia, en todo el mundo. En el caso del aborto, de mujeres que murieron en el intento. O de mujeres que asumieron una maternidad no deseada como mal menor, con lo que esta decisión conlleva. El mundo se sigue contando con sesgos que nos desprotegen. Conquistamos un derecho hace más de treinta años -algunas todavía no lo tienen garantizado- pero eso no quiere decir que nos lo concedan sin resistencia.

De eso va esta brecha, cómplice imprescindible de un mundo que nos quisiera aún sin información, sin datos, desprotegidas y sin derechos. Nos hacen creer que podemos decidir sobre nuestro propio cuerpo, pero las condiciones las siguen poniendo desde la brecha.