Los retos del diálogo

PSC-ERC, obligados a competir y colaborar

Si bien la competitividad será creciente en los próximos años, en la actual coyuntura habría que exigirles una firme asunción de la oportunidad que se abre para ambas fuerzas políticas

Reunión de la Mesa de Diálogo entre Gobierno y Generalitat, en febrero de 2020

Reunión de la Mesa de Diálogo entre Gobierno y Generalitat, en febrero de 2020 / EFE / KIKO HUESCA

Joan Tardà

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Los datos del CEO lo evidencian. Más de la mitad de los electores socialistas consideran que la solución del conflicto Catalunya-España pasa por la convocatoria de un referéndum. Tampoco es testimonial la cifra del 28% de votantes del PP que son favorables y abrumador el casi 100% de los independentistas y el 86% de los 'comuns'. Opción arraigada en la sociedad catalana, pero incierta sobre cuándo se celebrará, las condiciones y requisitos que incluirá y cómo se denominará. Todo tan evidente como claro es que la Mesa de Diálogo que se tiene que iniciar tendrá un recorrido corto, si una de las partes intenta imponer un guion excluyente o limitador del alcance de las opciones que tienen que estar presentes. Cualquier bloqueo por parte de las fuerzas independentistas a las propuestas del Gobierno español, hasta hoy desconocidas por otra parte, o cualquier tipo de voluntad, por parte de Pedro Sánchez, de convertirla en un 'remake' de la Comisión Bilateral entre las dos administraciones, encargada del despliegue del Estatut vigente, solo contribuirán a hacerla fracasar. Del mismo modo que quedará abortada si el Gobierno español no está dispuesto a debatir, también, las propuestas ya anunciadas por parte del president Aragonès, de poner encima de la mesa una ley de amnistía y la autodeterminación. Dicho de otro modo, tan importante es empezar pronto el diálogo como hacerlo bien.

El verdadero acierto político de hoy consiste en discernir qué se comparte como “problema” y qué se entiende por “solución” y hacer posible que las fuerzas políticas de cultura catalanista dejen atrás la profundización de la fractura y se comprometan a alinearse, fortalecer y militar en el bando de la solución a construir.

Un verdadero reto, ciertamente, porque la coyuntura actual es bastante frágil. En el conjunto del Estado, la derecha española ha puesto la directa para recuperar el poder, echando mano de la estrategia anticatalana acuñada por el PP, durante el trámite parlamentario del Estatut para hacer caer a Rodríguez Zapatero. En Catalunya, la victoria de Salvador Illa ha topado con la realidad de una correlación de fuerzas favorable al independentismo y el enquistamiento de las relaciones entre el PSC y ERC. Efectivamente, los unos pactando con Junts per Catalunya en numerosos consejos comarcales y la misma Diputación de Barcelona y así cerrar el paso a los republicanos, en su creciente implantación en el ámbito municipal y en las áreas metropolitanas, hasta hace poco bastante ajenas al independentismo. Los otros, cavando trincheras estériles, con la forma de firma de cordones sanitarios.

Sería suficiente, para empezar bien, que Salvador Illa sacara del cajón el posicionamiento de Pere Navarro y de Miquel Iceta de que un referéndum pactado democráticamente es legítimo e inapelable

Socialistas y republicanos pretenden el liderazgo de la Catalunya postproceso, empresa para la cual hay que contar con el protagonismo de sectores sociales antes hegemonizados exclusivamente por el socialismo catalán. El resultado de esta batalla será determinante, a la hora de conformar mayorías suficientes para decantar a la sociedad catalana hacia un nuevo marco de relación con el Estado español, que supere el actual Estatut o la independencia. La batalla está servida: al PSC, le hace falta una mayor implantación para salir bien parado en sus objetivos. Al republicanismo también, para ser vencedor en el ejercicio del derecho a la autodeterminación.

Si bien la legítima competitividad será creciente en los próximos años, en la actual coyuntura habría que exigirles una firme asunción de la oportunidad que se abre para ambas fuerzas políticas, con la aprobación de los indultos y la convocatoria de la Mesa de Diálogo. Porque la búsqueda de acuerdos y la creación de las condiciones favorables para que puedan ser ejecutados requiere una mayor unidad de acción entre las fuerzas políticas independentistas, soberanistas y catalanistas, para lo cual sería bueno que todas aterrizaran en la asunción del principio de realidad que expresa la encuesta del CEO. Y que PSC y ERC fueran ejemplo de ello.

Sería suficiente, para empezar bien, que Salvador Illa sacara del cajón el posicionamiento de Pere Navarro y de Miquel Iceta de que un referéndum pactado democráticamente es legítimo e inapelable. Resistirse a la inclusión de la opción de la autodeterminación en la negociación solo permitiría al Gobierno español y al PSC comprar tiempo. ¡Tiempo malogrado!

Porque la negativa convertirá el objetivo de hacer realidad un escenario en que sea posible debatir sobre todo en una nueva “conquista democrática” a conseguir. Trasladada a la calle, seguramente, en forma de movilizaciones cívicas, pacíficas y masivas.

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