BARRACA Y TANGANA

De momento, bien

Casi a diario afronto un dilema crucial: juego al fútbol con mi hijo y no sé si ganarle o dejarme ganar

Ganar o dejarse ganar, el dilema de todo padre.

Ganar o dejarse ganar, el dilema de todo padre. / EP

Enrique Ballester

Enrique Ballester

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Casi a diario afronto un dilema crucial: juego al fútbol con mi hijo Teo y no sé si ganarle o dejarme ganar. Intento guardar un equilibrio difuso entre picarle el orgullo y no generarle ningún trauma, que tampoco es plan. Intento que aprenda lo que cuesta ganar y a la vez entienda que no siempre se puede ganar, y que se divierta, sobre todo, que se divierta y también que quiera insistir y volverlo a probar. La teoría es bonita pero la práctica ya tal. Suele ocurrir que primero me dejo ganar, pero entonces se ríe de mí, el muy cabrón, y el que me pico soy yo, que a ver si va a pensar el niñato este que no sé pegarle a la pelota ya. En la revancha inevitable lo aplasto sin piedad, pero pronto me da pena de verdad, recuerdo que tiene 4 años nada más y me siento un poco mal, y vuelta a empezar. Necesito un mapa de la paternidad.

A Teo en cambio nada le parece mal. Sin meditarlo, por pura intuición, ha descubierto la llave de la felicidad: negar la realidad. La otra tarde se plantó bajo la portería y me retó: ¿A que no me metes un gol? Tiré tres o cuatro chuts flojitos a donde él estaba y los paraba todos, claro, fenomenal. Se acercó entonces su hermana a curiosear y Teo le dijo lo mismo que solía decir mi amigo Javi cuando le pegaban: "Las he parado todas". Ya eran entonces dos los hijos que se reían de mí por no marcar, hasta que mi respuesta madura y adulta fue la natural; esto es, chutar con fuerza donde él no llegaba y celebrar el gol como si fuera una final. Sin embargo, en un astuto giro argumental, Teo me volvió a ganar. "La ha parado la red", replicó, convencidísimo, zanjando la historia sin más. La ilusión es un estado mental y la llave de la felicidad: negar la evidencia y la realidad.

Asumir la realidad

Puedo vislumbrar el tipo de hincha que será mi hijo de mayor. Los hinchas de los equipos de fútbol, a menudo, tenemos problemas para asumir la realidad. Con frecuencia, aunque el fracaso sea irremediable, lo intentamos negar. Aunque todos los indicios apunten en nuestra contra, necesitamos pensar que al final ocurrirá un milagro que nos salvará. Somos un poco como el protagonista desgraciado de aquel viejo chiste, el chiste del optimista: uno que cae al vacío desde lo alto de un edificio de cuarenta plantas y, cuando va por el décimo piso, los vecinos le escuchan gritar “DE MOMENTO BIEN”.

Creo que de vez en cuando necesito ganarle a mi hijo al fútbol y no se me puede culpar. Porque, joder, si no le ganó a él, ¿a quién voy a ganar? Si lo normal es pasarse la semana perdiendo, cayendo al vacío y gritando 'de momento bien' por no molestar. Necesito ganarle igual que él necesita perder. Porque si no le gano yo antes, le ganará otro después, fuera de la burbuja tramposa, y será peor de entender y de explicar. Y Teo tarde o temprano también lo aprenderá, porque tarde o temprano te alcanzan la evidencia y la realidad, siempre, y es inútil tratar de escapar.

Así que mira este penalti, hijo. Por toda la escuadra. Te lo meto por tu bien, ya me lo agradecerás, porque 'de momento bien', pero luego qué. [Y entonces lo tiro fuera sin querer, todo mal] Necesito un mapa de la paternidad.