Debate sobre indultos

La concordia y las revanchas

Casado tiene la ley, Pere Aragonés ha de escoger entre el ‘repetirem’ y el ‘reconstruirem’ y Sánchez, que trabaja con especialistas en las palabras, ha escogido la suya: concordia

El presidente del Gobierno, Pedro Sánchez, interviene en la sesión del Congreso de hoy

El presidente del Gobierno, Pedro Sánchez, interviene en la sesión del Congreso de hoy

José Luis Sastre

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Hubo muchas risas cuando, el mismo día en que puso la fecha de las autonómicas, Isabel Díaz Ayuso puso también el lema: comunismo o libertad. Cómo iba a ser algo tan sencillo, casi infantil; pero, al final, la candidata instaló eso que los teóricos llaman el marco. Aquello de la libertad, como si fuese verdad que sólo ella la aseguraba, caló en los votantes y aún se escucha a Ayuso cómo ríe la última. A su estela -quién se lo iba a decir-, sigue aferrado Pablo Casado, en alza en las encuestas y dispuesto a polemizar por Marruecos si es preciso porque, en el asunto catalán, ha decidido no salirse del marco en el que fracasó primero Mariano Rajoy: la ley y nada más.

Al sugerir Pedro Sánchez la inminencia de los indultos, Casado contestó que cumplir la ley no es venganza, como si los indultos no estuvieran en la ley. Como si no hubiesen sido los gobiernos de su partido ,los que también hubieran concedido la gracia a condenados de varias raleas. Se entiende bien la posición del PP que, más en este momento postMadrid y sin Pablo Iglesias, necesita confrontar con el Gobierno, pero habrá de explicarle a la gente y a su propia historia por qué se pueden unos indultos y, otros, son traición. ¿Se puede indultar a un condenado por corrupción pero no a otros?

El Gobierno ha dado varias vueltas hasta llegar a esta parada. Sánchez rechazó el perdón en principio y abogó por el “íntegro cumplimiento de las penas”. Después, el Ejecutivo exploró un cambio legal sobre el tipo de los delitos y ha terminado donde los hechos le han dejado: ante la oportunidad -porque aquí garantías no hay ningunas- de que la salida de la cárcel de los independentistas ayude a resolver el problema. Se entienden también los recelos, visto el rechazo del Supremo y que una parte del nuevo Govern prometa recorrer el mismo camino. Por eso es decisivo el marco.

Lo novedoso, entonces, no es que pugnen por colocar el nuevo marco. Lo novedoso es que el Gobierno meta en la puja una palabra antitética a la rutina en la que estamos, que se hace día a día de pequeñas venganzas.

Casado tiene la ley, Pere Aragonés ha de escoger entre el ‘repetirem’ y el ‘reconstruirem’ y Sánchez, que trabaja con especialistas en las palabras, ha escogido la suya: concordia. De ahí que, por contraste, hable de venganza y de revancha -aires de transición, mentar el perdón sin mentarlo-, y se agarre a la Constitución, para que no se la adueñe nadie. A la concordia es muy difícil decirle que no: es de las pocas ideas que en España no tiene un movimiento anti-. Todavía.

Hay estrategia en eso, claro, pero se aprecia además una apuesta política, ya que no constan elecciones a la vista. Arriesga Sánchez, expuesto ante su propia hemeroteca, pasada y futura, y es obvio que necesita afirmar la estabilidad de la legislatura, pero visto el resultado de todas las opciones anteriores, no parece que queden muchos caminos a quienes de verdad pretendan encauzar el conflicto. Concordia es, para Catalunya, lo que la ‘nueva normalidad’ quiso ser en el Gobierno para la pandemia: una manera de llamar a la desescalada.

Lo novedoso, entonces, no es que pugnen por colocar el nuevo marco. Lo novedoso es que el Gobierno meta en la puja una palabra antitética a la rutina en la que estamos, que se hace día a día de pequeñas venganzas. Qué enseñan, si no, las vidas internas de los partidos, las disputas entre socios, las primarias que vencieron Sánchez en el PSOE y Casado en el PP para frenar a sus rivales, las peleas en la izquierda, en la derecha o en el independentismo. Hemos crecido rodeados de esas revanchas tan nuestras y no hay que saber mucho de encuestas para adivinar que se acerca otra ola de crispación y verbos fuertes. Sabremos pues de qué material está hecha la palabra que promueve Sánchez y las ganas que le tienen. A la concordia, digo.