Nuevo Govern

Gobierno republicano semicorporativo

El nuevo espacio de coordinación entre independentistas resulta inaceptable, desde el punto de vista democrático

Pere Aragonès y Jordi Sànchez, en el momento de anunciar el acuerdo de Govern entre ERC y Junts per Catalunya

Pere Aragonès y Jordi Sànchez, en el momento de anunciar el acuerdo de Govern entre ERC y Junts per Catalunya

Astrid Barrio

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Los partidos son los principales actores delos sistemas políticos democráticos. Sin ellos la democracia no funciona. Esto, que fue dicho hace más de un siglo, cuando se extendió la política de masas, sigue siendo válido. Pero hay más que partidos. Los grupos de presión y los movimientos sociales también resultan fundamentales para la democracia y comparten con los partidos el ejercicio de algunas funciones, como ser la expresión del pluralismo, ser agentes de movilización y de participación política, aunque solo los primeros agregan las demandas sociales, articulan la representación y hacen posible el funcionamiento del sistema político. Las relaciones entre partidos y grupos de presión y movimientos sociales suelen ser conflictivas. Los movimientos,  al igual que los partidos, defienden intereses colectivos, pero no solo desdeñan muchos de los intereses particulares que defienden los grupos de presión sino que, también, impugnan la lógica partidista y aspiran a ejercer el poder de una manera alternativa lo cual, en muchas ocasiones, llega a convertirse en su principal seña de identidad. En cambio, los partidos y grupos de presión suelen tener una relación más cooperativa porque, al fin y al cabo, el objetivo de los grupos de presión es presionar al poder para que este actúe en beneficio de unos intereses particulares y el poder lo ejercen los partidos.  Esta lógica cooperativa llega a su máxima expresión en prácticas corporativistas de algunos sistemas políticos, en las que el gobierno dirigido por los partidos hace de mediador entre distintos grupos de presión que defienden intereses opuestos, tradicionalmente los sindicatos y las patronales, para producir políticas de concertación que garanticen la paz social.

En Catalunya,  donde en los últimos años hemos sigo testigos de una tan prodigiosa como inacabable capacidad de innovación política,  hemos tenido el último ejemplo en el acuerdo entre ERC y Junts per Catalunya, que ha permitido la investidura de Pere Aragonès como president de la Generalitat. En él se ha alumbrado una adaptación sui generis de las prácticas corporativistas para conseguir la concertación, justamente en el aspecto que mayor discrepancia suscita entre partidos independentistas,  a saber,  la definición de la estrategia independentista para los próximos años, habida cuenta de que ERC opta por la vía posibilista mientras que Junts se decanta por la confrontación, al tiempo que la CUP no sabe no contesta

La ANC y Òmnium Cultural, aunque quieran definirse como entidades que defienden intereses colectivos, son grupos de presión que defienden intereses particulares

La salomónica decisión, a riesgo de partir por la mitad al niño del Govern con una convocatoria automática de elecciones de inciertos resultados, ha consistido en posponer la decisión y en comprometerse a crear un nuevo espacio de coordinación y consenso, integrado por los partidos y las entidades independentistas, es decir la ANC y Òmnium Cultural, encargado de definir la estrategia independentista para los próximos años. Entidades que, por mucho que quieran definirse como un movimiento social que defiende intereses colectivos, son grupos de presión que defienden intereses particulares. Ciertamente, se podrá alegar que la innovación es relativa porque, ya desde los inicios del 'procés', con Artur Mas al frente, el Govern ha impulsado espacios de esta naturaleza, que reunían a la extensa familia de asociaciones independentistas. La diferencia es que, entonces, solo servían para tratar de legitimar las posiciones previamente adoptadas por el Govern, mientras que ahora se las pretende dotar de  poder de decisión, si es que se llega a tomar alguna decisión al respecto.

Este diseño, que puede calificarse de corporativismo a medias, porque el corporativismo implica tener también en consideración a aquellos grupos de presión que tienen posiciones contrarias, resulta inaceptable, desde el punto de vista democrático. Esa entidad, diseñada al margen las instituciones, carecerá de cualquier naturaleza representativa, puesto que en ella solo estarán presenten unos y no otros,  permanecerá fuera de todo control democrático y escapará a cualquier rendición de cuentas, ya que algunos de sus integrantes participarán en la toma de decisiones sin someterse nunca al escrutinio de las urnas. Debe ser que, cuando hablan de gobierno republicano, se refieren al triunvirato.  

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